Page 191 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 191
sólo Dios sabía cuántos hierros estarían esperando para atravesarlo y depararle
una muerte herrumbrosa y dolorosa.
Levantó un marco de ventana y lo arrojó a un lado. Allí había un cazo, lo
bastante grande como para la sopera de un gigante con el mango retorcido por
algún calor inimaginable. Allá, un pistón demasiado voluminoso como para
levantarlo ni siquiera moverlo. Pasó por encima y...
"¿Y si encuentro un cráneo? -pensó-. El cráneo de uno de esos chicos que
murieron aquí mientras buscaban huevos de Pascua en mil novecientos no sé
cuántos."
Miró el terreno bañado por el sol, horrorizado ante la idea. El viento hacía sonar
una nota grave en sus oídos, mientras otra sombra navegaba silenciosamente por
el solar, como la sombra de un murciélago gigantesco... o de un pájaro ciclópeo.
Una vez más cobró conciencia del silencio que allí reinaba, de lo extraño del
terreno, con montones de mampostería y sus columnas de hierro, inclinadas a un
lado y a otro. Era como si allí, mucho tiempo antes, se hubiera librado una terrible
batalla.
"No seas idiota -se dijo, intranquilo-. Todo lo que se podía encontrar aquí lo
encontraron hace cincuenta años, después de aquello. Y aunque no hubiera sido
así, a estas horas cualquier chico o algún adulto, habrían encontrado... el resto.
¿O crees que sólo tú has venido aquí en busca de recuerdos?"
"No, no digo eso, pero..."
"¿Pero qué? -inquirió el lado racional de su mente. A Mike le pareció que estaba
hablando demasiado fuerte, demasiado rápido-. Aunque aún quedara algo por
encontrar, se habría podrido hace años. ¿Y qué?"
Encontró, entre la hierba, un cajón de escritorio astillado. Después de echarle un
vistazo lo arrojó a un lado y se acercó al sótano, donde los restos eran más
densos. Sin duda allí encontraría algo.
"Pero ¿y si hay fantasmas? Buena pregunta. ¿Y si aparece una mano por el
borde de ese sótano y se acerca a mí? Chicos vestidos de fiesta, con ropas
desgarradas y podridas por cincuenta años de lodo en primavera y lluvia en otoño
y nieve en invierno. Chicos sin cabeza, sin piernas, con la barriga abierta como
arenques. Chicos igual a mí que tal vez habrían venido a jugar por la noche bajo
las vigas de hierro y las columnas herrumbradas..."
"¡Oh, basta, por el amor de Dios!"
Pero un escalofrío le recorrió la espalda. Decidió que era hora de coger
cualquier cosa y salir pitando de allí. Levantó algo, casi al azar, y resultó una
rueda dentada de unos veinte centímetros de diámetro. Usó el lápiz que llevaba en
el bolsillo para quitar apresuradamente la tierra de entre los dientes. Luego se
guardó el recuerdo en el bolsillo. Ahora se iría de allí enseguida, sí...
Pero sus pies se movieron lentamente en la dirección incorrecta, hacia el sótano;
se dio cuenta, con horror, de que necesitaba mirar dentro. Necesitaba ver.
Se sujetó de una viga que brotaba de la tierra y se balanceó hacia adelante
tratando de mirar hacia abajo. No podía. Estaba a cuatro o cinco metros del borde
pero aún no llegaba a ver el fondo del sótano.
"No me importa ver el sótano o no. Ahora mismo me voy. Ya tengo mi recuerdo.
No tengo por qué mirar ese agujero. Y la nota de papá decía que no me acercara."