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Eddie subió a su bicicleta de un salto, con el aliento ya silbante, sintiendo que su
                garganta se cerraba. Su pecho había adquirido peso. Apoyó los pies en los
                pedales y, cuando empezaba a tomar velocidad, una de las manos del vagabundo
                golpeó el cesto. La bicicleta se estremeció. Eddie miró por encima del hombro y
                vio que el vagabundo corría junto a la rueda trasera con los labios contraídos,
                descubriendo las manchas negras de sus dientes en una expresión que podía ser
                de desesperación o de furia.
                   A pesar de las piedras que tenía en el pecho, Eddie aumentó la velocidad de su
                pedaleo temiendo que aquellas manos cubiertas de costras se cerraran alrededor
                de su brazo, arrancándolo de su Raleigh para arrojarlo en la zanja, donde sólo
                Dios sabía qué podía pasarle. No se abrevió a mirar atrás hasta haber pasado
                como un rayo delante de la escuela religiosa y la intersección con la carretera 2.
                Por entonces, el vagabundo había desaparecido.
                   Eddie se reservó aquella terrible anécdota durante casi una semana. Por fin, la
                confió a Richie Tozier y a Bill Denbrough mientras leían historietas sobre el garaje.
                   --No tenía lepra, gilipollas -dijo Richie-. Era sífilis.
                   Eddie miró a Bill para ver si Richie le estaba tomando el pelo; era la primera vez
                que oía hablar de una enfermedad llamada siflis y parecía invento de Richie.
                   --¿Existe esa siflis, Bill?
                   Bill asintió gravemente.
                   --Pero no es siflis sino sísí-sífilis.
                   --¿Y qué es eso?
                   ..Una enfermedad que te viene de follar -dijo Richie-. Sabes lo que es follar,
                ¿verdad?
                   --Por supuesto -respondió Eddie.
                   Ojalá no se estuviera ruborizando. Sabía que, cuando uno crecía, el pene
                rezumaba algo cuando se ponía duro. Boogers Taliendo le había proporcionado
                los detalles, un día, en la escuela. Según Boogers, follar era frotar el pito contra la
                barriga de una chica hasta que se ponía duro. Después se frotaba un poco más
                hasta que uno empezaba a "sentir eso". Cuando Eddie preguntó qué se sentía,
                Boogers se limitó a mover la cabeza de un modo misterioso, diciendo que no se
                podía describir pero que uno se daba cuenta en cuanto lo sentía. Dijo que se
                podía practicar acostándose en la bañera y frotándose el pito con jabón de olor
                (Eddie había hecho la prueba, pero lo único que sintió al cabo de un rato fue
                ganas de orinar). La cosa es que, según Boogers, cuando uno "sentía eso", surgía
                una cosa del pene. Casi todos los chicos llamaban a eso "correrse", pero Boogers
                dijo que su hermano mayor le había enseñado que la palabra realmente científica
                era sumum. Y cuando uno "sentía eso", tenía que sujetar el pito y apuntarlo para
                lanzar el sumum en el ombligo de la chica. Entonces entraba en el ombligo de la
                chica y hacía un bebé allí dentro.
                   "¿Y a las chicas les gusta?", había preguntado Eddie a Boogers Taliendo.
                   "Parece que sí", había contestado Boogers, también confundido.
                   --Y ahora escucha, Eds -dijo Richie-, porque después puede que surjan más
                preguntas. Algunas mujeres tienen esa enfermedad. Algunos hombres también,
                pero casi siempre son las mujeres. Un tío se puede contagiar de una mujer...
                   --... o de otro t-t-tipo, si son mma-ric-c-cones -aclaró Bill.
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