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como una soldadura, para bien o para mal Por lo visto, los había mantenido unidos
durante los últimos veintisiete años. A veces, los acontecimientos son como fichas
de dominó. La primera derriba a la segunda, la segunda a la tercera y así
sucesivamente.
Richie se pregunta cuándo había sido demasiado tarde para retroceder
¿Cuando Stan y él aparecieron para ayudar a construir el dique? ¿Cuando Bill les
contó que la fotografía de su hermano le había guiñado el ojo? Tal vez... Pero para
Richie Tozier, las fichas de dominó comenzaron a caer en el momento en que Ben
Hanscom dio un paso adelante y dijo: "Yo les enseñé... "
2.
--... a hacerlo. Es culpa mía.
El señor Nell se limitó a mirarlo con los labios apretados y las manos remetidas
bajo el chirriante cinturón de cuero negro. Apartó la vista de Ben para contemplar
el estanque, cada vez más ancho detrás del dique, y luego volvió a mirar al chico.
Su cara era la de quien no da crédito a sus ojos Era un corpulento irlandés de pelo
prematuramente blanco, peinado hacia atrás en pulcras ondas bajo la gorra azul
de visera. Tenía pequeños ramilletes de capilares rotos en sus mejillas. Su
estatura era mediana, pero para los cinco chiquillos parecía medir, como poco,
dos metros y medio.
El señor Nell abrió la boca para hablar, pero antes de que lo hiciera Bill
Denbrough se puso junto a Ben.
--L-l-la id-id-dea f-fue mí-mía -tartamudeó.
Aspiró profundamente y, mientras el señor Nell lo miraba impasible, con el sol
arrancando destellos a su insignia, consiguió tartamudear el resto de lo que quería
decir: que no era culpa de Ben, que él había pasado por casualidad y les había
enseñado a mejorar lo que ya estaban haciendo.
--Yo también -dijo Eddie, abruptamente, y se puso al otro lado de Ben.
--¿Qué es eso de yo también? -preguntó el señor Nell-. ¿Es tu nombre o tu
dirección, muchacho?
Eddie se ruborizó hasta las raíces del pelo.
--Yo estaba aquí con Bill antes de que Ben llegara -dijo-. Solo quería decir eso.
Richie dio un paso adelante para situarse junto a Eddie. Por la cabeza le pasó
una idea de que una o dos voces podrían alegrar un poco al señor Nell e inspirarle
pensamientos alegres. Al pensarlo mejor (cosa que Richie hacía rara vez y que,
por tanto, era algo extraordinario), decidió que una o dos voces podían empeorar
las cosas. El señor Nell no parecía tener lo que Richie solía denominar "humor
risáceo". Más aún, las risas parecían ser lo último que cabía esperar de él. Por eso
se limitó a decir en voz baja:
--Yo también participé.
Y se obligó a cerrar la boca.
--Y yo -dijo Stan, poniéndose junto a Bill.
Ahora los cinco estaban en hilera ante el señor Nell. Ben miró a un lado y otro,
más que aturdido, estupefacto por el apoyo recibido. Por un momento, Richie
pensó que el viejo Parva iba a echarse a llorar de gratitud.