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bendiga la inteligencia del hombre. ¿Y se os ha pasado por la cabeza que habéis
                estado todo el día chapoteando en los meados y el agua sucia de toda Derry?
                   De pronto, Eddie comenzó a jadear y tuvo que usar su chisme.
                   --Lo que habéis hecho ha devuelto el agua a seis, siete u ocho depósitos
                centrales que sirven a Witcham, Jackson, Kansas y cuatro o cinco callejas
                transversales. -Nell clavó en Bill Denbrough una mirada seca-. Una de ellas sirve a
                tu propio hogar, joven Master Denbrough. Y así estamos, con sumideros que no
                desaguan, lavadoras que no desaguan, tuberías exteriores que descargan
                alegremente el agua en los sótanos...
                   Ben dejó escapar un sollozo que sonó a ladrido. Los otros lo miraron por un
                instante. El señor Nell apoyó una manaza en el hombro del chico, estaba
                encallecida y áspera, pero en ese momento era tierna.
                   Bueno, bueno. No hay por qué tomárselo tan a pecho; grandullón. A lo mejor no
                es tan grave, al menos por ahora. A lo mejor exageré un poco para que me
                entendieras bien. Me enviaron a ver si algún árbol había caído en el arroyo. De
                vez en cuando pasa. Diremos que fue eso y sólo vosotros cinco y yo sabremos
                que no fue así. En esta ciudad tenemos últimamente problemas peores que un
                poco de agua acumulada. Pondré en el informe que localicé la obstrucción y que
                algunos niños me ayudaron a despejarla. No voy a mencionar los nombres. No
                habrá citaciones por construir presas en Los barrens.
                   Los estudió a los cinco. Ben se estaba enjuagando los ojos con el pañuelo. Bill
                miraba el dique, pensativo. Eddie tenía el inhalador en una mano. Stan aferraba a
                Richie por un brazo, listo para apretar con fuerza si el chico mostraba indicios de
                decir cualquier cosa que no fuera muchas gracias, señor.
                   --No tenéis nada que hacer en un lugar tan infecto como éste, chicos -prosiguió
                el señor Nell-. Han de haber sesenta enfermedades diferentes cultivándose aquí
                abajo. El basural por un lado, arroyos llenos de pis y agua sucia, mierda, bichos,
                pantanos... No tenéis nada que hacer en un lugar tan sucio, no. Cuatro bonitos
                parques para que juguéis a la pelota todo el día y os encuentro aquí.
                   --N-n-nos g-g-gusta est-estar aquí -dijo Bill, súbitamente desafiante-. Aq-q-quí
                ab-b-bajo nadie n-n-nos da la estática.
                   --¿Qué ha dicho? -preguntó el señor Nell a Eddie.
                   --Ha dicho que aquí abajo nadie nos da la estática -repitió Eddie con voz débil y
                sibilante, pero también firme-. Y tiene razón. Cuando vamos al parque y decimos
                que queremos jugar a béisbol nos dicen que sí, que cómo no, que si queremos ser
                segunda base o tercera.
                   Richie exclamó:
                   --¡Eddie se soltó uno bueno! Y... ¡ha llegado!
                   El señor Nell lo miró. Richie se encogió de hombros.
                   --Disculpe. Pero él tiene razón. Y Bill también. Nos gusta estar aquí.
                   Richie pensó que el señor Nell se enojaría ante eso, pero el canoso policía los
                sorprendió a todos con una sonrisa.
                   --A mí también me gustaba esto cuando era niño -dijo-. Y no os lo voy a prohibir.
                Pero escuchad bien lo que voy a deciros.-Les apuntó con un dedo y todos lo
                miraron seriamente-. Si venís a jugar aquí,hacedlo en grupo, como ahora. Juntos.
                ¿Me entendéis?
                   Ellos asintieron.
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