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--Eso significa estar juntos todo el tiempo. Nada de jugar al escondite ni a nada
                que os separe. Sabéis lo que está pasando en esta ciudad... Bien, no os prohíbo
                que vengáis porque no me haríais caso. Pero por vuestro propio bien, en cualquier
                parte de Los Barrens, manteneos juntos. -Miró a Bill-. ¿Está en desacuerdo
                conmigo, joven Bill Denbrough?
                   --N-n-no, señor -dijo Bill-. Nn-nos ma-mamant-t-t...
                   --Está bien, entiendo -interrumpió el señor Nell-. A ver esa mano.
                   Bill tendió la mano derecha y el señor Nell se la estrechó.
                   Richie se sacudió a Stan y dio un paso adelante.
                   --¡Seguro que sí, señor Nell, oh príncipe entre los hombres, seguro que sí! -
                Tomó la enorme mano del señor Nell y la estrechó sin dejar de sonreír. A los
                divertidos ojos del irlandés, el chico parecía una horrible parodia de Roosevelt.
                   --Gracias, chico -dijo, recuperando la mano-. Tendrás que practicar un poco ese
                tono; de momento pareces tan irlandés como Groucho Marx.
                   Los otros chicos rieron, sobre todo de alivio. Stan dirigió a Richie una mirada de
                reproche: ¡A ver si creces de una vez!
                   El señor Nell les estrechó la mano a todos. A Ben, el último.
                   --No tienes nada de que avergonzarte, salvo de una equivocación, grandullón.
                En cuanto a ese dique... ¿alguien te enseñó a hacerlo?
                   Ben negó con la cabeza.
                   --¿Lo has montado tú solo?
                   --Sí, señor.
                   --¡Vaya, vaya! Algún día construirás cosas grandes, grandullón, estoy seguro.
                Pero Los Barrens no son buen lugar para eso. -Miró alrededor, pensativo-. Aquí
                nunca se hará nada grande. Es un lugar horrible. -Suspiró-. Desmontad eso,
                niños. Desmontadlo ahora mismo. Creo que me voy a sentar aquí a la sombra de
                estos matojos, a mirar cómo lo hacéis -dijo, exagerando su acento irlandés y
                mirando a Richie.
                   --Sí, señor -dijo Richie, humilde, y eso fue todo.
                   El policía asintió y los chicos pusieron manos a la obra. Una vez más, se
                volvieron hacia Ben, esta vez para que les enseñara el modo más rápido de
                deshacer lo que les había enseñado a construir. El señor Nell sacó un botellín de
                un bolsillo y tomó un largo trago. Tosió, recobró el aliento en un suspiro explosivo
                y miró a los niños con ojos acuosos, benignos.
                   --Qué tendrá el señor en su botella, ¿eh? -preguntó Richie, con su nueva voz
                irlandesa, desde el arroyo, hundido en el agua hasta las rodillas.
                   --Richie, ¿no puedes cerrar el pico?-siseó Eddie.
                   El señor Nell miró a Richie, que contemplaba la botella. No tenía etiqueta.
                   --Esto es el remedio para la tos que toman los dioses, hijo mío. Ahora veamos si
                puedes doblar el espinazo tan rápido como mueves la lengua.



                   3.


                   Más tarde, Bill y Richie iban caminando juntos por Witcham Street. Bill empujaba
                a Silver. Después de erigir y derribar la presa, no le quedaban energías para llevar
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