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hombre-lobo agarraba al hipnotizador perverso. Por una hora o más hablaron de
                las películas y de otras terroríficas que habían visto, y de las que emitían por
                televisión en Alfred Hitchcock presenta. Mev vio margaritas en la orilla y cortó una.
                La puso primero bajo el mentón de Richie y después bajo el de Ben, para ver si les
                gustaba la mantequilla. Dijo que a los dos les gustaba. Los dos cobraron aguda
                conciencia de su ligero contacto en el hombro y del limpio olor de su pelo. Su
                rostro estuvo cerca del de Ben sólo por un momento, pero esa noche él soñó con
                el aspecto que habían tenido sus ojos durante ese momento interminable.
                   Cuando la conversación comenzaba a decaer, oyeron voces de dos personas
                que venían por el sendero. Los tres se volvieron rápidamente hacia allí. Richie
                reparó en que tenían el río a la espalda. No habría forma de huir.
                   Las voces se acercaron. Richie y Ben se pusieron, inconscientemente, algo por
                delante de Beverly.
                   Los matorrales del final del camino se estremecieron... y de pronto apareció Bill
                Denbrough. Venía con un chico a quien Richie conocía muy poco. Se llamaba
                Bradley y ceceaba espantosamente. "Tal vez iba a Bangor con Bill para la terapia
                de la lengua", pensó Richie.
                   --¡Gran Bill! -dijo. Y luego, con la voz de Toodles-: Nos alegra volver a verlo,
                señor Denbrough.
                   Bill los miró y sonrió. En ese momento, mientras Bill miraba a Ben, a Beverly y
                luego otra vez a Bradley, Richie tuvo una inesperada certidumbre: Beverly era
                parte de ellos; así lo decían los ojos de Bill. En cambio, Bradley no. Podía
                quedarse un rato; hasta era posible que volviera alguna otra vez a Los Barrens
                porque nadie le diría: "No, disculpa, pero el Club de los Perdedores ya tiene un
                miembro con problemas de dicción." Pero no formaba parte de ellos.
                   El pensamiento le produjo un miedo súbito e irracional. Por un momento se sintió
                como si hubiera nadado un largo trecho y descubriera, de pronto, que ya no hacía
                pie. Hubo un destello intuitivo: "Nos está llevando a algo. Nos está eligiendo uno a
                uno. Nada de todo esto es casual. ¿Estamos ya todos?"
                   Entonces la intuición se perdió en una maraña sin significado, como si un vidrio
                se rompiera contra el suelo de piedra. Además, no importaba. Allí estaba Bill, y Bill
                se haría cargo de todo; Bill no dejaría que las cosas se les fueran de las manos.
                Era el más alto y sin duda el más apuesto. Bastaba con mirar a Bev, que tenía los
                ojos clavados en él, y a Ben, que la observaba con tristeza, comprendiendo. Bill
                era, también, el más fuerte de todos, y no sólo en un sentido físico. Había más que
                eso, pero Richie aún no conocía la palabra carisma ni el otro significado del
                vocablo magnetismo; por eso pensó sólo que la fuerza de Bill era más profunda y
                podía manifestarse de muchos modos, algunos, tal vez, inesperados. Y sospechó
                también que, si Beverly se enamoraba de él, ben no se pondría celoso ("como se
                pondría -pensó Richie-, si se enamorara de mí") sino que lo aceptaría como algo
                natural. Y había otra cosa: Bill era bueno. Parecía estúpido pensarlo (aunque en
                realidad no lo pensaba; lo sentía, simplemente) pero así era. Bill parecía irradiar
                bondad y fuerza. Era como los caballeros de las películas viejas que todavía
                hacen llorar, dar gritos de júbilo y aplaudir al final. Fuerte y bueno.
                   Cinco años después, cuando sus recuerdos de lo ocurrido en Derry, durante
                aquel verano y antes, comenzaban a evaporarse rápidamente, a Richie Tozier, ya
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