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--E-e-estamos preparados para c-ccualquier eventualidad - dijo Bill, por fin,
enjuagándose los ojos con la manga.
--Desde luego, Bill el Tartaja.
--Escucha. Va-va-vamos a dejar tu b-b-bicic-c-cleta ahí abajo, en Los Barrens.
D-donde yo dejo a SS-Silver cuando jugamos. T-tú vendrás en m-m-mi cesta, p-p-
por si t-tenemos q-q-que salir hu-hu-huyendo.
Richie asintió. No le parecía adecuado discutir, pues su pequeña Raleigh (a
veces se golpeaba las rodillas contra el manillar, cuando pedaleaba muy rápido)
parecía un pigmeo comparada con Silver. Sabía que Bill era más fuerte y Silver
más veloz.
Llegaron al pequeño puente, donde Bill le ayudó a colgar su bicicleta. Después
se sentaron y, con el ruido ocasional del tráfico sobre sus cabezas, Bill abrió la
cremallera de su chaqueta y sacó la pistola de su padre.
--T-t-ten mucho c-c-cuidado, ¿quieres? -dijo, entregándola a Richie, que se
quedó boquiabierto. Es este tipo de p-p-pistolas n-no-no tiene se-seguro.
--¿Está cargada? -preguntó Richie con temor reverencial.
La pistola, una Ppk-Walther era increíblemente pesada.
--T-t-todavía no -dijo Bill, palmeándose el bolsillo-. Aq-quí t-t-tengo algunas b-b-
balas. Pero mi pp-papá dice que s-s-si el arma te nota d-ddescuidado, s-s-se
carga sola. P-p-para poder d-d-disparar c-c-contra ti.
Su rostro esbozó una extraña sonrisa, expresando que, si bien no creía en
semejante tontería, la creía a pies juntillas.
Richie comprendió. En el arma había algo de mortífero que él nunca había
percibido en los revólveres de su padre (aunque la escopeta tenía algo, en su
modo de inclinarse contra el interior del armario, en el garaje, casi como si dijera:
"Podría ser muy malvada si me lo propusiera, créeme"). Pero esa pistola Walther,
parecía fabricada exclusivamente para matar gente. Y Richie comprendió, con un
escalofrío, que para eso la habían fabricado. ¿Qué otra cosa se podía hacer con
una pistola? ¿Encender un cigarrillo?
Giró el cañón hacia sí, poniendo cuidado en mantener las manos lejos del gatillo.
Le bastó echar un vistazo a aquel negro ojo sin párpados para comprender la
peculiar sonrisa de Bill. Recordó lo que le había dicho su padre: "Si recuerdas que
las armas descargadas no existen, nunca tendrás problemas con las armas de
fuego, Richie." Y la devolvió a Bill, aliviado de desprenderse de ella.
Bill volvió a guardársela bajo la chaqueta. De pronto, la casa de Neibolt Street
parecía menos atemorizante... pero la posibilidad de que hubiera derramamiento
de sangre adquiría, en cambio, nuevas fuerzas.
Miró a Bill, tal vez con intención de disuadirlo, pero interpretó su expresión y se
limitó a decir:
--¿Listo?
13.
Como de costumbre, cuando Bill levantó el pie del suelo, Richie tuvo la
seguridad de que iban a estrellarse contra el implacable pavimento. La gran
bicicleta se bamboleaba locamente de lado a lado. Los naipes sujetos a los rayos