Page 259 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 259

--M-m-mira es-eso.
                   En el lado izquierdo, el enrejado del porche estaba inclinado hacia fuera, contra
                una maraña de arbustos. Los dos niños vieron clavos herrumbrados que se habían
                desprendido. Allí había viejos rosales; aunque las rosas florecían
                descuidadamente a ambos lados de la parte desprendida, las que estaban
                alrededor y enfrente de esa abertura tenían un aspecto esquelético y muerto.
                   Bill y Richie se miraron sombríamente. Todo lo que Eddie había dicho se estaba
                confirmando; siete semanas después, allí estaban las pruebas.
                   --En realidad no quieres ir ahí abajo, ¿verdad? -rogó Richie.
                   --N-n-no -dijo Bill-, p-p-pero voy a ir.
                   Y Richie, con el corazón encogido, vio que hablaba muy en serio. La luz gris
                había vuelto a sus ojos. En las líneas de su cara había una pétrea voluntad que lo
                hacía parecer mayor. Richie pensó: "Creo que está decidido a matarlo, si lo
                encuentra aquí. Tal vez quiera matarlo y llevar la cabeza a su padre, para decirle:
                Mira, esto es lo que mató a Georgie; ahora puedes volver a hablar conmigo por las
                noches, a contarme cómo te fue en el trabajo o a quién le tocó pagar el café esta
                mañana."
                   --Bill...
                   Pero Bill ya no estaba allí. Iba hacia el extremo derecho del porche, por donde
                Eddie debía de haberse escurrido. Richie tuvo que correr para seguirlo y estuvo a
                punto de caer sobre el herrumbroso triciclo enredado en el pastizal.
                   Alcanzó a Bill en el momento en que éste se ponía en cuclillas para mirar bajo el
                porche. En ese extremo no había verja; alguien, algún vagabundo, la habría
                arrancado tiempo atrás, para refugiarse allí abajo, donde no llegara la nieve del
                invierno, la fría lluvia otoñal ni los chubascos de verano.
                   Richie se agachó a su lado, con el corazón palpitando como un tambor. Bajo el
                porche no había sino montones de hojas podridas, periódicos amarillentos y
                sombras. Demasiadas sombras.
                   --Bill -repitió.
                   --¿Qué? -Bill había vuelto a sacar la Walther de su padre.
                   Retiró el cargador y tomó cuatro balas de su bolsillo. Las cargó una a una,
                mientras Richie le observaba, fascinado. Cuando volvió a mirar bajo el porche,
                reparó en algo más. Había vidrios rotos. Fragmentos de vidrio que refulgían
                débilmente. El estómago de Richie se retorció dolorosamente. No era ningún
                estúpido, y comprendía que ese detalle venía a confirmar el relato de Eddie. Si
                había astillas de vidrio entre las hojas fermentadas, bajo el porche, la ventana
                había sido rota desde dentro, desde el sótano.
                   --¿Q-qué? -preguntó Bill, otra vez, levantando la mirada hacia él.
                   Su cara estaba pálida. Al mirar ese rostro decidido, Richie arrojó mentalmente la
                toalla.
                   --Olvídalo -dijo.
                   --¿V-v-vienes?
                   --Sí.
                   Se metieron a rastras por debajo del porche.
                   El olor de las hojas en descomposición solía ser agradable, pero aquél no. Las
                hojas parecían esponjas bajo las manos y las rodillas. Richie tuvo la sensación de
   254   255   256   257   258   259   260   261   262   263   264