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Lo que vio le hizo frenar a Silver con un brusco movimiento. Silver patinó con la
rueda trasera, y la cabeza de Richie golpeó dolorosamente el hombro derecho de
Bill.
La calle estaba completamente desierta.
Pero a veinticinco metros de distancia, más o menos, junto a la primera de las
casas abandonadas que formaban una especie de cortejo fúnebre junto a las vías
del tren, había un objeto pequeño de un naranja intenso. Estaba junto a una
alcantarilla abierta en el bordillo.
--Ehhh...
Casi demasiado tarde, Bill se dio cuenta de que Richie estaba cayendo. Tenía
los ojos vueltos hacia arriba, en blanco, y la patilla remendada de sus gafas
colgaba, torcida. De la frente le brotaba un hilo de sangre.
Bill lo sujetó por el brazo y los dos se deslizaron a la derecha. Al perder Silver el
equilibrio, se estrellaron contra la calle en una maraña de brazos y piernas. Bill se
despellejó la frente y gritó de dolor. Eso hizo que Richie parpadeara.
--Voy a mostrarle cómo llegar al tesoro, señor, pero ese tal Dobbs es muy
peligroso -dijo con ronco acento español.
Era su voz de Pancho Villa, pero su cualidad flotante, desconectada, asustó
terriblemente a Bill. Vio que había varios pelos ásperos pegados a la herida de
Richie; eran rizados, como el vello púbico de su padre. Eso le dio más miedo aún.
Entonces propinó a Richie una buena bofetada.
--¡Au! -chilló el chico. Sus ojos parpadearon y se abrieron por completo-. ¿Por
qué me pegas, Gran Bill? Me vas a romper las gafas. Ya están bastante
estropeadas, por si no te has dado cuenta.
--M-m-me p-p-pareció que t-t-te estabas mu-mu-muriendo o algo así -dijo Bill.
Richie se incorporó lentamente en la calle y se llevó una mano a la cabeza.
--¿Qué pas...?
Entonces lo recordó. Sus ojos se abrieron de súbito espanto y se arrastró de
rodillas, jadeando.
--N-n-no -dijo Bill-. S-s-se ha ido, R-R-Richie. Se ha ido.
Richie vio la calle desierta donde nada se movía y estalló en lágrimas. Bill lo
miró por un momento. Luego lo rodeó con los brazos. Richie se aferró a su cuello
y lo estrechó a su vez. Quería decir algo ingenioso, algo así como que Bill debería
haber probado la Bullseye contra el hombre lobo, pero no le salió nada. Salvo
sollozos.
--N-n-no, Richie -dijo Bill-. No llo-llo...
Entonces él también rompió a llorar. Quedaron abrazados y de rodillas en la
calle, junto a la bicicleta tumbada, mientras las lágrimas formaban surcos en sus
mejillas cubiertas de polvo de carbón.
IX. La limpieza.
1.