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En algún lugar del cielo del estado de Nueva York, en la tarde del 29 de mayo de
                1985, Beverly Rogan empieza a reír otra vez. Sofoca la risa con ambas manos,
                temerosa de que alguien la crea loca, pero no puede contenerse.
                   "En aquel entonces retamos mucho -piensa. Es algo más, otra luz en la
                oscuridad-. Teníamos siempre miedo, pero no podíamos dejar de reír, tal como no
                puedo ahora."
                   El hombre sentado junto a ella es joven y guapo, de pelo largo. Le ha dirigido
                varias miradas apreciativas desde que el avión despegó de Milwaukee, a las dos y
                media (de eso hace casi dos horas y media, con una escala en Cleveland y otra
                en Filadelfia), pero ha respetado su evidente deseo de no conversar; después de
                algunos intentos de conversación, a los que ella respondió con cortesía, pero nada
                más, ha abierto su bolso para sacar una novela de Robert Ludlum.
                   Ahora la cierra, marcando la página, y pregunta:
                   --¿Se siente bien?
                   Ella asiente, tratando de ponerse seria, pero suelta una nueva carcajada. Él
                sonríe, intrigado.
                   --No es nada -dice ella, tratando de ponerse seria. Pero no sirve de nada; cuanto
                más lo intenta, más quiere su cara deshacerse en risas. Como en los viejos
                tiempos-. Es que, de buenas a primeras, me di cuenta de que no sabia en qué
                compañía estaba viajando. Sólo sé que tenía un pato grande en el lado...
                   Pero sólo el pensarlo es demasiado. Rompe en nuevas carcajadas. La gente la
                mira; hay algunos ceños fruncidos.
                   --Republic -dice él.
                   --¿Perdón?
                   --Está viajando a quinientos diez kilómetros por hora en un aparato de Republic
                Airlines. Figura en el folleto Ddsc que tiene en el bolsillo del asiento.
                   --¿Qué es Ddsc?
                   Él saca el folleto (que tiene, efectivamente, el logotipo de Republic en la
                portada); indica dónde están las salidas de emergencia, dónde los aparatos de
                flotación, cómo usar las mascarillas de oxígeno, como asumir la posición de
                aterrizaje de emergencia.
                   --El folleto "Despídase de su Culo" -aclara y esta vez los dos estallan en una
                carcajada.
                   "Si que es guapo", piensa ella. Es un pensamiento fresco, despejado, de esos
                que se tienen al despertar, cuando una no tiene la mente sobrecargada. Viste un
                suéter y vaqueros desteñidos. Lleva el pelo, de color rubio oscuro, recogido en
                una coleta y eso recuerda a Beverly la que ella usaba cuando era niña. Piensa:
                "Seguro que tiene una hermosa polla de universitario cortés. Lo bastante larga
                como para divertirse, pero no tanto como para ser muy arrogante."
                   Vuelve a reír, incapaz de contenerse. Se da cuenta de que ni siquiera tiene
                pañuelo para enjugarse los ojos y eso la hace reír aún más.
                   --Será mejor que se controle si no quiere que la azafata la expulse del avión -
                dice él.
                   Ella se limita a sacudir la cabeza, riendo; ya le duelen las costillas y el estómago
                   Él le tiende un pañuelo, y ella lo usa. De algún modo, eso la ayuda a controlarse.
                No cesa enseguida, por cierto, pero su risa va menguando a pequeñas sacudidas
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