Page 29 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 29

escrito en los libros era William Denbrough, pero Stanley solía referirse a él con el
                apodo de Bill el Tartaja. Había leído casi todos los libros de ese hombre. Aquella
                noche, la noche del baño, estaba leyendo el último. Era el 28 de mayo de 1985.
                También Patty había cogido uno de esos libros, por pura curiosidad, sólo para
                dejarlo después de tres capítulos.
                   No era simplemente una novela, dijo a su madre más adelante, era deterror. Lo
                dijo exactamente así, en una sola palabra, como habría dicho desexo. Patty era
                una mujer dulce y bondadosa pero no se expresaba demasiado bien; habría
                querido contar lo mucho que el libro la había asustado y por qué la inquietaba
                tanto, pero no pudo. "Estaba lleno de monstruos -dijo-. Lleno de monstruos que
                perseguían a los niños. Había asesinatos y... no sé... sentimientos desagradables,
                sufrimientos Cosas así." En realidad, le había parecido casi pornográfico. Esa
                palabra se le escapaba, probablemente porque no sabía lo que significaba. "Pero
                Stan tenía la sensación de haber redescubierto a un amigo de la infancia... Habló
                de escribirle, pero yo sabía que no lo haría jamás... Sabía que esas novelas lo
                habían puesto mal a él también... y... y..."
                   Y entonces Patty Uris se echó a llorar.
                   Esa noche, cuando apenas faltaban seis meses para cumplirse veintiocho años
                desde aquel día de 1957 en que George Denbrough había conocido al payaso
                Pennywise, Stanley y Patty estaban sentados en la salita de su casa, en un
                suburbio de Atlanta, con el televisor encendido. Patty, sentada en el sofá frente al
                aparato, repartía su atención entre un montón de ropa para repasar y Family Feud,
                el programa de juegos que tanto le gustaba. Adoraba a Richard Dawson, el
                presentador. La cadena de su reloj le parecía sumamente sexy, aunque no lo
                habría admitido ni en el potro de tortura. También le gustaba el programa porque
                casi siempre adivinaba las respuestas más populares. (En Family Feud "Nombre
                que dan los judíos a los que no pertenecen a su raza o religión. Family Feud es un
                programa de la televisión norteamericana similar al que se emite en algunos
                países hispanos con los nombres de Todo queda en casa o Juguemos en familia
                (N. de la T.)" no había respuestas acertadas, había que adivinar las más
                frecuentes.) Una vez había preguntado a Stan por qué a las familias del programa
                les resultaba tan difícil adivinar las respuestas cuando a ella le resultaba tan fácil.
                "Ha de ser más difícil cuando estás allí, bajo los reflectores -sugirió Stanley, y ella
                tuvo la sensación de que le cruzaba una sombra por la cara-. Todo es mucho más
                difícil cuando es real. Es entonces cuando te ahogas. Cuando es real."
                   Patty decidió que él debía de tener razón. A veces, Stanley era muy agudo en
                cuanto a la naturaleza humana. Mucho más que su viejo amigo, William
                Denbrough, que se había hecho rico escribiendo un montón de libros deterror, que
                apelaban a lo más bajo de la naturaleza humana.
                   ¡Pero a los Uris no les iba nada mal, por cierto! El barrio donde vivían era de los
                elegantes. La casa que había comprado en 1979 por 87.000 dólares se podía
                vender rápidamente por 165.000. Ella no tenía ningún interés en vender, pero
                siempre convenía saber ese tipo de cosas. A veces, cuando volvía del
                supermercado en su Volvo (Stanley tenía un Mercedes diesel) y veía su casa,
                elegantemente retirada tras el seto de tejos, pensaba: "¿Quién vive aquí? ¡Vaya, si
                soy yo, la señora Uris!"
   24   25   26   27   28   29   30   31   32   33   34