Page 291 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 291

sumergían y volvían a salir, escupiendo. manoteaban más y nadaban menos,
                según el pánico se iba imponiendo. Los dedos arañaban inútilmente las paredes
                de acero pulido, buscando asidero. Oyó los ecos inexpresivos de sus gritos. ¿Por
                cuánto tiempo? ¿Quince minutos, media hora? ¿Por cuánto tiempo hasta que los
                gritos cesaron y ellos quedaron flotando, simplemente, boca abajo, como extraños
                peces que el encargado encontraría a la mañana siguiente?
                   --Dios mío -dijo Stan.
                   --Oí decir que una mujer perdió también a su bebé -agregó Eddie, súbitamente-.
                Fue entonces cuando cerraron la torre para siempre. Al menos eso me dijeron. Sé
                que antes la gente podía subir. Pero una vez subió esa señora con su bebé, la
                plataforma sale directamente al agua. Y la señora fue hasta la barandilla con el
                bebé en brazos. No se sabe si lo dejó caer o si se le escapó. Me contaron que un
                hombre quiso salvarlo, haciéndose el héroe. Se zambulló, pero el bebé ya no
                estaba. A lo mejor tenía un abrigo o algo así. Cuando la ropa se moja, tira hacia
                abajo.
                   Eddie metió la mano en el bolsillo para sacar un fresquito pardo. Lo abrió, extrajo
                dos píldoras blancas y se las tragó.
                   --¿Qué es eso? -preguntó Beverly.
                   --Aspirinas. Me duele la cabeza.
                   La miró a la defensiva, pero Beverly no dijo nada más.
                   Ben terminó el relato. Después del incidente del bebé (él, por su parte, había
                oído que se trataba de una niña de tres años), el Concejo Municipal había resuelto
                cerrar la torre-depósito, tanto abajo como arriba, y prohibir las excursiones a la
                galería. Desde entonces permanecía clausurada. El encargado iba y venía; de vez
                en cuando la visitaban los empleados de mantenimiento y, una vez por temporada,
                se organizaban visitas con guía. Los ciudadanos interesados podían seguir a una
                señora de la Sociedad Histórica por la escalera de caracol hasta la galería de la
                cima, donde podían admirar el panorama y sacar fotografías para mostrar a los
                amigos. Pero la puerta de la plataforma estaba siempre con candado.
                   --¿Todavía está llena de agua? -preguntó Stan.
                   --Creo que sí -dijo Ben-. He visto que las autobombas cargan allí durante la
                temporada de incendios. Conectan una manguera a la tubería del fondo.
                   Stanley estaba mirando otra vez la secadora, donde los trapos giraban y
                giraban. El manojo se había separado; algunos trapos flotaban como paracaídas.
                   --¿Qué viste allí? -preguntó Bev.
                   Por un momento él no pareció dispuesto a responder. Luego aspiró
                profundamente, estremecido, y dijo ; algo que en principio les pareció muy alejado
                del tema.
                   --Le pusieron Memorial Park por el 23 regimiento de Maine, en la guerra civil.
                Los llamaban los Azules de Derry. Antes había una estatua, pero se vino abajo por
                una tormenta, en los años cuarenta. Como no había dinero para reparar la
                estatua, la reemplazaron por el baño para pájaros. Un gran baño para pájaros.

                   Todos lo estaban mirando. Stan tragó saliva. Su garganta emitió un chasquido
                audible.
                   --Yo soy observador de aves, ¿sabéis? Tengo un álbum, un par de binoculares y
                todo. -Miró a Eddie-. ¿Te queda alguna aspirina?
   286   287   288   289   290   291   292   293   294   295   296