Page 318 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 318
Alan era el mayor del grupo; tenía cuarenta y dos años, así que le llamábamos
Papá Snopes. Se puso un Camel en la boca y me hizo un guiño.
--Confiscaciones de medianoche -me dijo. Y así dejó las cosas.
La cuestión es que el club quedó bastante bonito y hacia mediados del verano
ya lo estábamos usando. Trev Dawson y algunos otros habían separado con una
mampara la cuarta parte de atrás, para instalar una pequeña cocina; era apenas
una parrilla y un par de sartenes hondas, para preparar hamburguesas y patatas
fritas. A un lado había un bar, pero sólo para gaseosas y zumos; joder, sabíamos
guardar nuestro lugar. ¿Acaso no nos lo habían enseñado? Si queríamos beber
cosas fuertes, lo hacíamos a escondidas.
El suelo seguía siendo de tierra, pero lo manteníamos humedecido para que no
levantara polvo. Trev y Papá Snopes tendieron una línea eléctrica; más
confiscaciones de medianoche, supongo. En julio ya podíamos ir allí, y sentarnos
a tomar una cola y una hamburguesa o una salchicha. Era bonito. Nunca llegamos
a terminarlo, porque todavía estábamos trabajando en las mejoras cuando el
incendio lo consumió. Pasó a ser una especie de entretenimiento... o un modo de
desafiar a Fuller, Mueller y el Concejo Municipal. Pero creo que lo reconocimos
como propio cuando Ev Mccaslin y yo, un viernes por la noche, pusimos un cartel
que anunciaba: "Black Spot. Compañía E. Reservado derecho de admisión".
¡Como un club exclusivo!
Quedó tan bien que los chicos blancos empezaron a cabrearse y remozaron el
Club de Oficiales. Le agregaron un salón especial y una pequeña cafetería. Era
como si quisieran competir con nosotros. Pero nosotros no teníamos ningún
interés en competir con ellos.
Mi padre me sonrió desde su cama de hospital.
--Éramos todos jóvenes, aparte de Snopes, pero no del todo tontos. Sabíamos
que los blancos te dejan competir con ellos, pero si parece que vas a sacarles
ventaja, alguien te rompe las piernas para que no corras tanto. Teníamos lo que
necesitábamos y con eso bastaba, pero entonces ocurrió algo.
Hizo silencio, con el entrecejo fruncido.
--¿Qué ocurrió, papá?
--Descubrimos que podíamos formar una banda de jazz bastante decente -dijo
con lentitud-. Martin Devereaux, que era cabo, tocaba la batería. Ace Stevenson,
la trompeta. Papá Snopes se defendía con el piano; tocaba de oído, pero era
pasable. Había otro que tocaba el clarinete y George Brannock, el saxofón. De vez
en cuando participaba algún otro con la guitarra, la armónica, la mandolina o hasta
un peine envuelto en papel encerado.
Eso no pasó de la noche a la mañana, como comprenderás, pero hacia finales
de agosto ya teníamos un conjunto de dixieland que tocaba en el Black Spot,
viernes y sábados por la noche. Fueron mejorando al acercarse el otoño; nunca
llegaron a ser grandes pero tocaban de un modo diferente... con más fuerza...
como si...
Agitó su mano flaca por encima de las sábanas.
--Tocaban con alma -sugerí, sonriente.
--¡Eso! -exclamó él, devolviéndome la sonrisa-. ¡Lo has captado! Tocaban el
dixieland con alma. Y al poco la gente de la ciudad empezó a aparecer por nuestro
club. Venían algunos soldados blancos de la base. El local llegó a llenarse incluso