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Alan era el mayor del grupo; tenía cuarenta y dos años, así que le llamábamos
                Papá Snopes. Se puso un Camel en la boca y me hizo un guiño.
                   --Confiscaciones de medianoche -me dijo. Y así dejó las cosas.
                   La cuestión es que el club quedó bastante bonito y hacia mediados del verano
                ya lo estábamos usando. Trev Dawson y algunos otros habían separado con una
                mampara la cuarta parte de atrás, para instalar una pequeña cocina; era apenas
                una parrilla y un par de sartenes hondas, para preparar hamburguesas y patatas
                fritas. A un lado había un bar, pero sólo para gaseosas y zumos; joder, sabíamos
                guardar nuestro lugar. ¿Acaso no nos lo habían enseñado? Si queríamos beber
                cosas fuertes, lo hacíamos a escondidas.
                   El suelo seguía siendo de tierra, pero lo manteníamos humedecido para que no
                levantara polvo. Trev y Papá Snopes tendieron una línea eléctrica; más
                confiscaciones de medianoche, supongo. En julio ya podíamos ir allí, y sentarnos
                a tomar una cola y una hamburguesa o una salchicha. Era bonito. Nunca llegamos
                a terminarlo, porque todavía estábamos trabajando en las mejoras cuando el
                incendio lo consumió. Pasó a ser una especie de entretenimiento... o un modo de
                desafiar a Fuller, Mueller y el Concejo Municipal. Pero creo que lo reconocimos
                como propio cuando Ev Mccaslin y yo, un viernes por la noche, pusimos un cartel
                que anunciaba: "Black Spot. Compañía E. Reservado derecho de admisión".
                ¡Como un club exclusivo!
                   Quedó tan bien que los chicos blancos empezaron a cabrearse y remozaron el
                Club de Oficiales. Le agregaron un salón especial y una pequeña cafetería. Era
                como si quisieran competir con nosotros. Pero nosotros no teníamos ningún
                interés en competir con ellos.
                   Mi padre me sonrió desde su cama de hospital.
                   --Éramos todos jóvenes, aparte de Snopes, pero no del todo tontos. Sabíamos
                que los blancos te dejan competir con ellos, pero si parece que vas a sacarles
                ventaja, alguien te rompe las piernas para que no corras tanto. Teníamos lo que
                necesitábamos y con eso bastaba, pero entonces ocurrió algo.
                   Hizo silencio, con el entrecejo fruncido.
                   --¿Qué ocurrió, papá?
                   --Descubrimos que podíamos formar una banda de jazz bastante decente -dijo
                con lentitud-. Martin Devereaux, que era cabo, tocaba la batería. Ace Stevenson,
                la trompeta. Papá Snopes se defendía con el piano; tocaba de oído, pero era
                pasable. Había otro que tocaba el clarinete y George Brannock, el saxofón. De vez
                en cuando participaba algún otro con la guitarra, la armónica, la mandolina o hasta
                un peine envuelto en papel encerado.
                   Eso no pasó de la noche a la mañana, como comprenderás, pero hacia finales
                de agosto ya teníamos un conjunto de dixieland que tocaba en el Black Spot,
                viernes y sábados por la noche. Fueron mejorando al acercarse el otoño; nunca
                llegaron a ser grandes pero tocaban de un modo diferente... con más fuerza...
                como si...
                   Agitó su mano flaca por encima de las sábanas.
                   --Tocaban con alma -sugerí, sonriente.
                   --¡Eso! -exclamó él, devolviéndome la sonrisa-. ¡Lo has captado! Tocaban el
                dixieland con alma. Y al poco la gente de la ciudad empezó a aparecer por nuestro
                club. Venían algunos soldados blancos de la base. El local llegó a llenarse incluso
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