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--Ha-ha-harold Gardener era hijhij-hijo de Dave Gardener - dijo Bill-. Dave vivía
                cerca de casa cuando m-m-murió George. Él fue el primero que encontró a Ge...
                Ge... a mi hermano y lo trajo a casa, envuelto en una manta.
                   Guardaron silencio. Beverly se cubrió los ojos con la mano por un instante.
                   --Todo concuerda demasiado bien, ¿verdad? -dijo Mike, finalmente.
                   --Sí -reconoció Bill-. Concuerda, ya lo creo.
                   --Como os dije, en estos años he seguido el rastro de cada uno de vosotros -
                prosiguió Mike-, pero sólo cuando ocurrió esto comprendí por qué lo hacía, me di
                cuenta de que había una finalidad real y concreta. Aun así me contuve; quería ver
                cómo se desarrollaban las cosas. No sé si os dais cuenta, pero necesitaba estar
                completamente seguro antes de... perturbar vuestra vida. Y no seguro en un
                noventa por ciento, ni siquiera en un noventa y cinco. Quería el ciento por ciento.
                   En diciembre del año pasado, un niño de ocho años llamado Steven Johnson
                apareció muerto en el Memorial Park. Al igual que Adrian Mellon, había sido
                mutilado inmediatamente antes o inmediatamente después de su muerte, pero
                pudo haber muerto de puro miedo.
                   --¿Violado? -preguntó Eddie.
                   --No. Sólo mutilado.
                   --¿Cuántos, en total? -preguntó Eddie, aunque no parecía querer saberlo.
                   --Muchos -dijo Mike.
                   --¿Cuántos? -repitió Bill.
                   --Nueve. Hasta ahora.
                   --¡No puede ser! -exclamó Beverly-. ¡Habría salido en los periódicos... en la
                televisión! Cuando ese policía loco mató a tantas mujeres en Castle Rocke,
                Maine... y todos esos niños que asesinaron en Atlanta...
                   --Sí, eso -dijo Mike-. He pensado mucho en eso. En realidad, es lo más parecido
                a lo que está pasando aquí, y Bev tiene razón: ese episodio fue noticia en todo el
                país. En algunos aspectos, la comparación con lo de Atlanta es lo que más me
                asusta. El asesinato de nueve niños... deberíamos tener aquí corresponsales de
                televisión, parapsicólogos fanfarrones, periodistas de los principales diarios... todo
                el circo informativo.
                   --Y no es así -dijo Bill.
                   No, no es así. Oh, el dominical Telegram, de Portland, publicó un artículo.
                Después de los dos últimos casos salió otro en el Globe de Boston. Y un programa
                de televisión que se grababa allí, ¡Buenos días!, lo mencionó en un bloque
                dedicado a asesinatos nunca resueltos, pero sólo de pasada... Ciertamente, el
                experto que mencionó los casos de Derry no parecía saber que hubiera existido
                una serie similar en 1958, ni otra en 1929.
                   Hay algunos motivos ostensibles, por supuesto. Atlanta, Nueva York, Chicago,
                Detroit... son ciudades de grandes medios y cuando en las ciudades de grandes
                medios ocurre algo, causa impacto. En Derry no hay emisoras de radio ni de
                televisión, a menos que se cuente la pequeña Fm que llevan los departamentos de
                idiomas de la escuela secundaria. Tratándose de medios de difusión, Bangor ha
                copado este mercado.
                   --Exceptuando el Derry News -apuntó Eddie, y todos rieron.
                   --Pero todos sabemos que esto no concuerda con el modo en que funciona el
                mundo actual. En algún momento la historia debería haber cobrado difusión
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