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Kansas. Pero le parecía un lugar adecuado. No sabía más pero le pareció
                suficiente. Beverly había bajado del autobús, saludándolo brevemente con la
                mano, en una de las paradas de Main Street. Mike había vuelto a la biblioteca en
                su coche.
                   En ese momento, mientras contemplaba el Mercedes, pequeño y algo ridículo
                que se alejaba, Eddie se preguntó qué estaba haciendo allí: de pie en una oscura
                esquina de una oscura ciudad, a ochocientos kilómetros de Myra, que debía de
                estar muy preocupada por su causa. De inmediato sintió un vértigo casi doloroso;
                se tocó el bolsillo de la chaqueta y recordó que había dejado el Dramamine en el
                hotel con el resto de sus fármacos. Pero tenía aspirinas. No había salido jamás sin
                aspirinas, así como no salía sin pantalones. Tragó un par en seco y echó a andar
                a lo largo de Kansas, pensando, vagamente, que podría ir a la biblioteca, o quizá
                cruzar a la avenida Costello. Ya comenzaba a aclarar. Podía caminar hasta
                Broadway Oeste para admirar las viejas casas victorianas que se levantaban allí,
                en las dos únicas zonas residenciales de Derry dotadas de verdadera belleza. De
                niño lo había hecho algunas veces, caminar por Broadway Oeste con aire
                indiferente, como si fuera camino de otro lugar. Allí estaba la casa de los Mueller,
                cerca de la esquina de Witcham con Broadway Oeste: una mansión roja, con
                torrecillas a cada lado y seto al frente. Los Mueller, tenían un jardinero que
                siempre lo miraba con ojos suspicaces cuando él pasaba por allí.
                   También estaba la casa de los Bowie, a cuatro puertas de distancia de la de los
                Mueller, en la misma acera. Probablemente era uno de los motivos por los que
                Greta Bowie y Sally Mueller eran tan amigas en la escuela primaria. Tenía tejado
                verde y torrecillas también, pero no cuadradas en la parte superior, como las de
                los Mueller, sino coronadas por extraños conos que parecían bonetes de
                cumpleaños. En el verano siempre había muebles de jardín en el prado lateral:
                una mesa con una bonita sombrilla amarilla, sillones de mimbre, un columpio de
                cuerda tendido entre dos árboles. En la parte trasera a veces jugaban a criquet. Al
                pasar, como por casualidad (como si fuera camino de otra parte), Eddie oía a
                veces el chasquido de las pelotas, risas y gruñidos, cuando a alguien "se le
                escapaba" la pelota. Una vez había visto a la propia Greta con un vaso de
                limonada en una mano y el palo de criquet en la otra, delgada y bonita más allá de
                lo que cualquier poeta habría podido expresar; hasta sus hombros, quemados por
                el sol, parecían maravillosos a Eddie Kaspbrak, quien por entonces tenía nueve
                años. Iba detrás de su pelota, que se había escabullido, y así se puso a la vista de
                Eddie.
                   Ese día, el chico se enamoró un poquito de ella; el pelo rubio, brillante, caía
                hasta los hombros de su falda pantalón, de un azul fresco. Greta miró alrededor y,
                por un momento, Eddie pensó que lo había visto. Pero no era así, porque cuando
                él levantó la mano en un tímido saludo, ella no respondió a su gesto; se limitó a
                enviar su pelota otra vez hacia el césped trasero y corrió tras ella. Eddie siguió
                caminando, sin resentimiento por el saludo no correspondido (estaba convencido
                de que ella no lo había visto) ni por el hecho de que nunca lo invitaran a uno de
                esos partidos de criquet los sábados por la tarde. ¿Qué interés podría tener una
                chica tan hermosa como Greta Bowie en invitar a un chico como él, de pecho
                hundido, asmático y con cara de rata ahogada?
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