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Estaba de pie y corriendo. Hubo un chirrido de frenos y una voz áspera, a un
                tiempo furiosa y asustada, chilló:
                   --¡Por qué no miras por dónde vas, estúpida!
                   Tuvo, una borrosa visión del camión de panadería que había estado a punto de
                atropellarla al lanzarse a la calle como el niño tras una pelota de goma. Un
                momento después estaba en la acera opuesta, jadeando, con una puntada
                quemante en el costado. El camión de la panadería siguió por Main Street.
                   El payaso había desaparecido. La pierna había desaparecido. La casa aún
                estaba allí, pero ruinosa y desierta, con las ventanas cerradas con tablas,
                resquebrajados los peldaños que llevaban al porche.
                   "¿Estuve realmente allí o todo fue un sueño?"
                   Pero tenía los vaqueros sucios, la blusa amarilla manchada de polvo, y
                chocolate en los dedos.
                   Se los frotó contra el vaquero y se alejó deprisa con el rostro acalorado y la
                espalda fría como hielo. Sus ojos parecían pulsar en las órbitas con el rápido
                golpeteo seco de su corazón.
                   "No podemos derrotarlo. Sea "Eso" lo que sea, no podemos derrotarlo. Hasta
                quiere que lo intentemos. "Eso" quiere ajustar la vieja cuenta. No está contento
                con el empate, supongo. Tendríamos que huir de aquí... irnos, simplemente."
                   Algo le rozó la pantorrilla, ligero como la zarpa de un gato.
                   Se lo sacudió con un pequeño chillido. Al bajar la mirada se echó hacia atrás con
                una mano contra la boca.
                   Era un globo, tan amarillo como su blusa. En eléctricas letras azules, se leía:
                "ezo ez, tezoro".
                   Ante sus ojos, el globo se fue calle arriba, rebotando livianamente, arrastrado
                por la agradable brisa primaveral.







                   4. Rickie Tozier se larga.

                   "Bueno, algo pasó el día en que Henry y sus amigos me persiguieron, antes de
                que terminaran las clases..."
                   Richie iba caminando por Canal Street, más allá del parque Bassey. De pronto
                se detuvo con las manos en los bolsillos mirando hacia el Puente de los Besos,
                pero sin verlo del todo.
                   "Escapé por la sección de juguetes de Freese.s."
                   Desde la descabellada conclusión de la comida caminaba sin sentido, tratando
                de aceptar las cosas horribles que contenían las galletitas de la suerte... o que
                parecían contener. Pensó que, con toda probabilidad, de ellas no había surgido
                nada. Aquello había sido una alucinación en masa provocada por todas las
                porquerías espeluznantes de las que habían estado hablando. La mejor prueba
                era que Rose no había visto nada de todo eso. Claro que los padres de Beverly
                tampoco habían visto la sangre salida del sumidero, pero eso no era lo mismo.
                   "¿No? ¿Por qué?"
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