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--Porque ahora somos adultos -murmuró. Y descubrió que el pensamiento no
                tenía poder ni lógica; era como un estribillo de canción infantil, sin significado
                alguno.
                   Volvió a caminar.
                   "Subí por el centro municipal y me senté en un banco del parque, por un rato. Y
                allí creí ver..."
                   Se detuvo otra vez, con el entrecejo fruncido.
                   ¿Qué cosa?
                   "...pero fue sólo un sueño".
                   ¿Lo fue? ¿Fue de veras un sueño?
                   Miró a la izquierda y vio el gran edificio de vidrio, ladrillo y acero, que tan
                moderno parecía a fines de los cincuenta y que ahora parecía antiguo y
                desvencijado.
                   "Heme aquí -pensó-. Otra vez en el maldito centro de la ciudad. Escenario de
                esa otra alucinación. O sueño. O lo que fuera."
                   Los otros lo tenían por el payaso de la clase, el loco, y él había vuelto fácilmente
                al viejo papel. "Ah, todos caemos fácilmente en nuestros viejos papeles, ¿no lo
                sabias?" Lo mismo pasaba, seguramente, cuando se reunían los egresados de la
                secundaria, después de diez o veinte años: el comediante, que había descubierto
                en la universidad su vocación por el sacerdocio; después de dos copas volvía casi
                automáticamente a sus chistes y bromas; el genio de la literatura, que había
                terminado al volante de un camión, se encontraba de pronto desertando sobre
                John Irving; el que había tocado con el conjunto Los Perros los sábados por la
                noche, antes de convertirse en profesor de matemáticas, aparecía de pronto en el
                escenario, con la orquesta, una guitarra al hombro, cantando una pieza de aquel
                entonces con alegre y alcohólica ferocidad. ¿Cómo decía la canción de
                Springsteen? "No hay retirada, nena, ni rendición..." pero era más fácil creer en las
                canciones viejas después de tomar un par de copas o una buena dosis de hierba.
                   "Pero, Richie creía que la alucinación estaba en la reversión y no en la vida
                actual. Bien podría ser que el niño fuera el padre del hombre, pero padres e hijos
                suelen tener aficiones muy diferentes y sólo un parecido pasajero. Son...
                   "Pero dijiste "adultos", y ahora suena a tontería; suena a cháchara hueca. ¿Por
                qué, Richie? ¿Por qué? Porque Derry está más rara que nunca. Dejémoslo así,
                ¿quieres?"
                   Porque las cosas no eran tan simples, por eso.
                   En su niñez había sido una máquina de decir sandeces, un cómico a veces
                vulgar, a veces divertido, porque era un modo de seguir viviendo sin que a uno lo
                mataran tíos como Henry Bowers y sin enloquecer de aburrimiento y soledad. En
                ese momento se dio cuenta de que gran parte del problema había sido su propia
                mente, que habitualmente avanzaba a una velocidad diez o veinte veces superior
                a la de sus compañeros de clase. Ellos lo tenían por extraño, chiflado y hasta
                suicida, según la ocurrencia de que se tratara, pero tal vez había sido un simple
                caso de hiperactividad mental... si podía ser simple el efecto de estar
                constantemente en hiperactividad mental.
                   De cualquier modo, era el tipo de cosas que uno llega a controlar después de un
                tiempo; uno llega a controlarlo si encuentra salidas para esa hiperactividad, por
                ejemplo: tipos como "Kinki Briefcase o Buford Kissdyivel". Eso había descubierto
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