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Pasó por la abertura, giró en redondo y cerró la verja oyendo el chasquido del
cerrojo. Un momento después, Peter Gordon se arrojaba contra el alambrado; y
más tarde Victor Criss aparecía a su lado. A Peter se le había borrado la sonrisa,
reemplazada por una expresión ceñuda. Buscó a manotazos el picaporte pero no
lo había sino por dentro, por supuesto.
--Vamos, chico, abre la verja. Eso es jugar sucio.
--¿Y jugar limpio qué es? -jadeó Mike-. ¿Cinco contra uno? si no lo hubiera oído.
Mike miró a Victor y lo notó preocupado. Iba a hablar, pero entonces los otros
llegaron a la verja.
--¡Abre, negro! -bramó Henry, mientras empezaba a sacudir el alambrado con tal
ferocidad que Peter lo miró sorprendido-. ¡Abre! ¡Abre ahora mismo!
--No -dijo Mike.
--¡Abre! -gritó Belch-. ¡Vamos, negro de mierda!
Mike se apartó de la verja; el corazón le vibraba en el pecho. No recordaba
haber tenido tanto miedo. Todos se alinearon contra la verja, gritándole; Mike
nunca había imaginado que existieran tantos sinónimos "negro". Reparó apenas
en que Henry estaba sacando algo del bolsillo, que encendía un fósforo con la uña
del pulgar... y de pronto una llama roja y redonda voló por sobre la alambrada. Se
apartó por instinto en el momento en que el petardo estallaba a su izquierda,
levantando polvo.
Eú ruido los acalló a todos por un momento; Mike los miraba, incrédulo, a través
de la alambrada y ello hacían otro tanto. Peter Gordon parecía completamente
horrorizado; hasta Belch estaba aturdido.
"Ahora le tienen miedo" pensó Mike, súbitamente. Y una voz nueva había dentro
de él, quizá, por primera vez: una voz perturbadoramente adulta. "Tienen miedo
pero eso no los detendrá. Tienes que escapar, Mikey, porque va a pasar algo.
Quizá no todos querrán que pase; Victor no y tal vez Peter Gordon tampoco; pero
pasará igual, porque Henry "hará" que pase. Vete, vete pronto."
Retrocedió dos o tres pasos. Entonces Henry Bowers dijo:
--El que mató a tu perro fui yo, negro.
Mike quedó petrificado, como si lo hubieran golpeado en el vientre con un bola
de hierro. Miró a Henry Bowers a los ojos y comprendió que ese chico estaba
diciendo la verdad: él había matado a "Mr. Chips".
Ese momento de comprensión le pareció casi eterno; mientras miraba los ojos
enloquecidos de Henry, rodeados de sudor, y su cara ennegrecida por la cólera, le
pareció comprender muchas cosas por primera vez; la menor de ellas, que Henry
estaba mucho más loco de lo que él había imaginado. Comprendió, sobre todas
las cosas, que el mundo no era bueno. Fue eso, antes que la noticia en sí, lo que
le arrancó el grito:
--¡Maldito cobarde hijo de puta!
Henry emitió un chillido de ira y atacó la alambrada subiendo como un mono,
con fuerza brutal que resultaba aterrorizante. Mike aguardó un momento más, por
ver si esa voz adulta que había hablado dentro de él decía la verdad. Y si, decía la
verdad porque tras una pequeñísima vacilación, los otros también empezaron a
trepar.
Mike giró en redondo y volvió a correr cruzando las vías del ferrocarril. El tren
que los Perdedores habían visto cruzar Los Barrens estaba ya muy lejos; no se