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Mike le había roto la nariz, aunque Henry no lo descubriría sino algo después-.
                Será mejor que lo sepas si no quieres que vaya por ti, mamón.
                   Los otros empezaron a subir la alambrada; Peter y Victor, con cierta reticencia;
                Belch y Moose, con tan pocas ganas como antes:
                   Mike no esperó más. Giró en redondo y corrió hacia la maleza. Henry vociferaba:
                   --¡Ya te cogeré, negro! ¡Ya te cogeré!



                   8.

                   Los Perdedores habían llegado al otro lado del foso de grava, que era apenas
                una enorme depresión en la tierra cubierta de pastos, retirada tres años antes la
                última carga de grava. Todos se habían reunido alrededor de Stan para observar
                su paquete de petardos. En ese momento se oyó la primera explosión. Eddie dio
                un salto, aún alterado por las pirañas que creía haber visto; no estaba seguro de
                cómo eran las pirañas de verdad, pero al menos estaba seguro de que no
                parecían grandes carpas con dientes.
                   -Tlanquilo, Eddie-san -dijo Richie, con su voz de chino-. Sólo otlos niños tilando
                petaldos.
                   --E-e-eso da as-asco, Ri-richie -dijo Bill.
                   Los otros rieron.
                   --Tengo que insistir, Gran Bill -dijo Richie-. Siento que, si algún día llego a
                mejorar, podré conquistar tu amor.
                   Y arrojó besitos al aire. Bill le apuntó con un dedo. Ben y Eddie, juntos, sonreían.
                   De pronto, Stan Uris gorjeó una imitación de Paul Anka, espectralmente exacta:
                   --"Oh, Im so young and you.re so old.. This my darling I.ve been told..."
                   --¡Sabe cantar! -chilló Richie con su voz de negrito esclavo-. ¡Dios bendito, este
                muchacho sabe cantar! -Y luego, con la voz de locutor de noticiero
                cinematográfico-: ¿Quiere firmar aquí, en la línea de puntos? -Richie rodeó con un
                brazo los hombros de Stan y lo favoreció con una amplia sonrisa-. Te haremos
                crecer el pelo, muchacho. Te daremos una gui-ta-rra. Te...
                   Bill le dio dos suaves puñetazos en el brazo. Todos estaban entusiasmados por
                la perspectiva de encender los petardos.
                   --Abre los paquetes, Stan -dijo Beverly-. Tengo cerillas.
                   Todos volvieron a reunirse en circulo mientras Stan abría el paquete de
                petardos. La etiqueta negra tenía exóticas letras chinas y una sobria advertencia
                que hizo reír a Richie: "No lo sostenga en la mano después de encender la
                mecha."
                   --Menos mal que lo advierten -comentó. Yo tenía la costumbre de retenerlos
                después de encender la mecha. Pensaba que era la forma de curarse los granos.
                   Con lentitud casi reverencial, Stan retiró el celofán rojo y ordenó los tubos de
                cartón, azules, rojos y verdes, en la palma de la mano. Las mechas estaban
                trenzadas.
                   --Voy a desenredar las... -empezó a decir.
                   Y entonces se oyó una explosión. El eco rodó lentamente por Los Barrens. Una
                nube de gaviotas se elevó desde el lado oriental del vertedero, entre grandes
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