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Mike contempla los globos, la sangre, las plumas que hay dentro de la nevera.
--Será mejor que vengáis -dice.
Oye el ruido de las sillas, el murmullo de voces. Percibe con claridad la voz de
Richie que dice:
--Oh, cielos, y ahora qué.
Y otro oído, dentro de su memoria, oye la voz de Richie decir otra cosa.
Y de pronto recuerda lo que ha estado buscando; más aún, comprende por qué
parecía tan huidizo. La reacción de los otros, cuando él apareció en el claro,
dentro de la parte más oscura y densa de Los Barrens, aquel día, fue... nada. Ni
sorpresa ni preguntas sobre cómo los había encontrado. Nada. Ben comía un
turrón, recuerda. Beverly y Richie estaban fumando, Bill, tendido en el suelo, con
las manos bajo la nuca, contemplaba el cielo. Eddie y Stan miraban con aire
dubitativo una serie de cordeles y estacas que delimitaban un cuadrado de suelo
de un metro y medio de lado.
Ni sorpresa ni preguntas, nada. Simplemente apareció y fue aceptado. Era como
si, sin siquiera saberlo, lo hubiesen estado esperando. Y con ese tercer oído, el
oído de la memoria, oye la voz del negrito esclavo, como un rato antes: "Por
Diosito, Miss Clawdy, aquí viene
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otra vez ese negrito. Caramba, pe.o qué está pasando en estos Ye.mos. Pe.o
mire ese pelo motoso, Gran Bill...
Bill no se molestó en volverse; siguió contemplando, soñador, las gordas nubes
de verano que marchaban por el cielo. Estaba prestando toda su atención a una
cuestión muy importante. De cualquier modo, Richie no se ofendió por ese
desinterés y siguió bromeando:
--Todo ese pelo, motoso me da gana de tomá otro jarabe de menta. Lo viá tomá
en la galería, que está un poquito má fresca.
--Bip-bip, Richie -dijo, tras un bocado de turrón.
Beverly se echó a reír.
--Hola -saludó Mike inseguro.
El corazón le latía con demasiada fuerza, pero estaba decidido a seguir
adelante. Tenía que darles las gracias y el padre le había enseñado a pagar
siempre lo que se debía... cuanto antes, para que no aumentasen los intereses.
Stan volvió la cabeza.
--Hola -dijo. Y volvió a mirar el cuadro delimitado en el centro de aquel claro-.
¿Estás seguro de que va a resultar, Ben?
--Seguro -dijo Ben-. Hola Mike.
--¿Quieres un cigarrillo? -preguntó Beverly-. Me quedan dos.
--No gracias. -dijo Mike-. Por cierto, quería darles otra vez las gracias por la
ayuda del otro día. Esos tíos me iban a descalabrar de verdad. Y siento mucho
que hayáis salido lastimados.
Bill restó importancia al asunto con un gesto de la mano.