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Mike contempla los globos, la sangre, las plumas que hay dentro de la nevera.
                   --Será mejor que vengáis -dice.
                   Oye el ruido de las sillas, el murmullo de voces. Percibe con claridad la voz de
                Richie que dice:
                   --Oh, cielos, y ahora qué.
                   Y otro oído, dentro de su memoria, oye la voz de Richie decir otra cosa.
                   Y de pronto recuerda lo que ha estado buscando; más aún, comprende por qué
                parecía tan huidizo. La reacción de los otros, cuando él apareció en el claro,
                dentro de la parte más oscura y densa de Los Barrens, aquel día, fue... nada. Ni
                sorpresa ni preguntas sobre cómo los había encontrado. Nada. Ben comía un
                turrón, recuerda. Beverly y Richie estaban fumando, Bill, tendido en el suelo, con
                las manos bajo la nuca, contemplaba el cielo. Eddie y Stan miraban con aire
                dubitativo una serie de cordeles y estacas que delimitaban un cuadrado de suelo
                de un metro y medio de lado.
                   Ni sorpresa ni preguntas, nada. Simplemente apareció y fue aceptado. Era como
                si, sin siquiera saberlo, lo hubiesen estado esperando. Y con ese tercer oído, el
                oído de la memoria, oye la voz del negrito esclavo, como un rato antes: "Por
                Diosito, Miss Clawdy, aquí viene



                   2.


                   otra vez ese negrito. Caramba, pe.o qué está pasando en estos Ye.mos. Pe.o
                mire ese pelo motoso, Gran Bill...
                   Bill no se molestó en volverse; siguió contemplando, soñador, las gordas nubes
                de verano que marchaban por el cielo. Estaba prestando toda su atención a una
                cuestión muy importante. De cualquier modo, Richie no se ofendió por ese
                desinterés y siguió bromeando:
                   --Todo ese pelo, motoso me da gana de tomá otro jarabe de menta. Lo viá tomá
                en la galería, que está un poquito má fresca.
                   --Bip-bip, Richie -dijo, tras un bocado de turrón.
                   Beverly se echó a reír.
                   --Hola -saludó Mike inseguro.
                   El corazón le latía con demasiada fuerza, pero estaba decidido a seguir
                adelante. Tenía que darles las gracias y el padre le había enseñado a pagar
                siempre lo que se debía... cuanto antes, para que no aumentasen los intereses.
                   Stan volvió la cabeza.
                   --Hola -dijo. Y volvió a mirar el cuadro delimitado en el centro de aquel claro-.
                ¿Estás seguro de que va a resultar, Ben?
                   --Seguro -dijo Ben-. Hola Mike.
                   --¿Quieres un cigarrillo? -preguntó Beverly-. Me quedan dos.
                   --No gracias. -dijo Mike-. Por cierto, quería darles otra vez las gracias por la
                ayuda del otro día. Esos tíos me iban a descalabrar de verdad. Y siento mucho
                que hayáis salido lastimados.
                   Bill restó importancia al asunto con un gesto de la mano.
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