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--¿Y después? -preguntó Mike.
--Después ponemos una tapa arriba.
--¿Eh?
--Ponemos tablas sobre el agujero. Se puede instalar una puerta-trampa o algo
así, para poder entrar y salir. Hasta las ventanas, si queremos.
--Ne-necesitamos b-b-bisagras -apuntó Bill, sin dejar de mirar las nubes.
--Las podemos comprar en la ferretería de Reynolds -dijo Ben.
--¿T-t-todos te-tenéis a-a-asignaciones?
--Yo tengo cinco dólares -dijo Beverly-. Los ahorré cuidando niños.
Richie empezó a arrastrarse hacia ella.
--Te amo, Bevvie -dijo, mirándola con ojos melancólicos-. ¿Quieres casarte
conmigo? Viviremos en una cabaña entre los pinos...
--¿Queée? -preguntó Beverly, mientras Ben los observaba con una extraña
mezcla de ansiedad, diversión e interés.
--En una "piraña" entre los "canos" -dijo Richie-. Con cinco dólares alcanza,
cariño. Tú y yo, con el bebé, somos tres.
Beverly, ruborizada, rió un poco y se apartó de él.
--Co-co-compartimos gastos -dijo Bill-. P-p-por eso t-t-tenemos un cclub.
--Y después de poner la trampilla -prosiguió Ben-, aplicamos una cola especial
que se llama Tangle Track y pegamos el césped. Podemos cubrirla con hojarasca.
podríamos estar ahí abajo y la gente (Henry Bowers, por ejemplo) pasaría por
arriba sin darse cuenta de nada.
--¿Se te ocurrió a ti? -preguntó Mike-. ¡Jolín es estupendo!
Ben sonrió. Le había llegado el turno de ruborizarse. Bill se incorporó
súbitamente y miró a Mike.
--¿Q-q-quieres par-participar?
--Oh... claro -respondió Mike.
Los otros intercabiaron una mirada, Mike la sintió, además de verla. "Somos
siete", pensó. Y se estremeció sin motivo aparente.
--¿Cuándo vais a abrir el agujero?
--M-m-muy p-pronto -dijo Bill.
Y Mike supo (lo supo) que no se refería sólo a la casita subterránea. Ben
también lo supo. Y Richie y Beverly y Eddie. Stan Uris había dejado de sonreír.
--V-v-vamos a in-iniciar el p-p-proyecto muy pronto.
Entonces se hizo una pausa y Mike cobró súbita conciencia de dos cosas:
querían decirle algo... y él no estaba seguro de querer saberlo. Ben había recogido
un palito y hacía garabatos en el polvo, el pelo le ocultaba la cara. Richie se
mordisqueaba las uñas, ya melladas. Sólo Bill lo miraba de frente.
--¿Pasa algo? -preguntó Mike, intranquilo.
Bill habló con lentitud:
--E-e-esto es un c-c-club. Pu-puedes e-e-entrar, pero t-t-tienes que guguardar n-
n-nuestros se-se-se-cretos.
--¿Como el de la casita quieres decir? Mike, más intranquilo aún-. Bueno, por
supuesto que sí...
--Tenemos otro secreto, chico -dijo Richie, sin mirarlo-. Y Gran Bill dice que este
verano tenemos que hacer algo más importante que casitas subterráneas.
--Y tiene razón -agregó Ben.