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Richie asintió y se ajustó las gafas en el puente de la nariz. Detrás de los
                cristales, sus ojos lucían agudos y pensativos... pero cargados de dudas, según le
                pareció a Bill. Él también las tenía. Al menos, no se leían en esos ojos ganas de
                hacer el tonto y ése era un paso adelante.
                   --¿Estás pensando en la Walther de tu padre? -preguntó Richie-. ¿La que
                llevamos a Neibolt Street?
                   --Sí -contestó Bill.
                   --Aunque pudiésemos hacer balas de plata -dijo Richie-, ¿de dónde sacaríamos
                la plata?
                   --Yo me encargo de eso -repuso Ben.
                   --Bueno... está bien. Dejaremos eso por cuenta de Parva. ¿Y después? ¿Vamos
                otra vez a Neibolt Street?
                   Bill asintió.
                   --O-o-otra vez. Y le vo-vo-volamos los s-s-sesos.
                   Se demoraron por un momento, mirándose con solemnidad, y entraron en la
                biblioteca.



                   5.

                   --¡Maldita sea, otra vez ese tipo negro! -exclamó Richie, con la voz de policía
                irlandés.
                   Había pasado una semana, promediaba julio y la casita subterránea estaba casi
                lista.
                   --¡Muy buenos días, señor O.Hanlon, señor! Y muy, pero muy buen día promete
                ser, bueno como una patata en brote, como decía mi anciana ma...
                   --Que yo sepa, lo de muy buenos días se dice sólo hasta el mediodía, Richie -
                observó Ben, asomándose por el agujero. Y el mediodía pasó hace dos horas.
                   Él y Richie habían estado poniendo tablas en los flancos del agujero. Ben se
                había quitado la sudadera porque hacía calor y el trabajo era pesado. Su camiseta
                estaba agrisada de sudor y se le pegaba a los michelines. Parecía prestar muy
                poca atención a su aspecto, pero Mike supuso que, si hubiese oído llegar a
                Beverly, habría estado dentro, de su abultada sudadera en menos tiempo del que
                se necesita para un suspiro de amor.
                   --No seas tan puntilloso. Pareces Stan, el galán -dijo Richie.
                   Había salido del agujero cinco minutos antes porque, según dijo, era hora de
                una pausa para fumar.
                   --¿No dijiste que no tenías mis cigarrillos? -se había extrañado Ben.
                   --No tengo, pero el principio no cambia.
                   Mike venía con el álbum de fotos de su padre bajo el brazo.
                   --¿Dónde están los otros? -preguntó.
                   Sabía que Bill no podía estar lejos porque había dejado su propia bicicleta bajo
                el puente, muy cerca de "Silver".
                   --Eddie y Bill fueron al vertedero hace media hora para recoger más tablas -dijo
                Richie-. Stanny y Bey, fueron a la ferretería de Reynolds para conseguir bisagras.
                No sé qué estará haciendo Ben ahí abajo, pero no creo que sea nada bueno. Ese
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