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chico necesita que lo vigilen, ¿sabes? A propósito: si todavía quieres pertenecer al
club, tienes que pagar veintitrés centavos. Tu parte de las bisagras.
Mike pasó el álbum del brazo izquierdo al derecho para rebuscar en sus
bolsillos. Contó veintitrés centavos (lo cual dejó un total de diez en sus áreas) y los
entregó a Richie. Luego caminó hasta el borde del agujero para mirar el interior.
Pero, en realidad, ya no era un agujero. Los costados estaban pulcramente
cortados a escuadra y cubiertas de tablas. Eran tablas irregulares, pero Ben, Bill y
Stan se habían encargado de darles el mismo tamaño con herramientas tomadas
del taller de Zack Denbrough (y Bill había cuidado muy bien de que todas
volviesen al taller noche a noche, en las mismas condiciones en que habían sido
cogidas). Ben y Beverly habían clavado travesaños entre los soportes. El agujero
seguía poniendo algo nervioso a Eddie, pero así era su temperamento. A un lado
habían amontonado cuidadosamente los cuadrados de césped que, más adelante,
pegarían a la trampilla.
--Parece que sabéis hacerlo -comentó Mike.
--Por supuesto -dijo Ben, señalando el álbum-. ¿Qué has traído?
--Un álbum de Derry. Mi padre colecciona fotos viejas y recortes sobre la ciudad.
Es su afición. El otro día estaba hojeándolo... Os dije que creía haber visto antes a
ese payaso. Y era cierto. Estaba aquí. Por eso lo traje. Le dio demasiada
vergüenza agregar que no se había atrevido a pedir permiso a su padre. Temía las
preguntas a las que pudiese llevar esa petición y por eso lo había cogido como un
ladrón mientras el padre plantaba patatas en el sembrado y la madre tendía la
ropa en el patio trasero.
--Se me ocurrió que vosotros debíais echarle un vistazo -agregó.
--Bueno, a ver -dijo Richie.
--Preferiría esperar a que estuvieseis todos reunidos. Sería mejor.
--Bueno. -En realidad, Richie no tenía muchas ganas de seguir viendo fotos de
Derry ni en ése ni en ningún otro álbum, después de lo que había pasado en la
habitación de Georgie-. ¿Quieres ayudarnos a terminar el entablado?
-Por supuesto.
Mike dejó el álbum en el suelo, bastante lejos del agujero para que no se
ensuciase con tierra, y tomó la pala de Ben.
--Cava aquí -indicó Ben, mostrando el punto a Mike-, más o menos treinta
centímetros. Después yo pongo una tabla y la sostengo contra el lado mientras tú
vuelves a echar la tierra.
--Bien pensado --dijo Richie, sabiamente, sentado en el borde de la excavación,
balanceando las zapatillas adentro.
--Y a ti, ¿qué te pasa? -preguntó Mike.
--Nada -respondió Richie, tranquilamente.
--¿Cómo anda tu proyecto con Bill? -Mike se detuvo el tiempo suficiente para
quitarse la camisa y empezó a cavar. Allí abajo hacía calor; los grillos zumbaban,
soñolientos, como relojes estivales en la espesura.
--Bueno, no tan mal... -dijo Richie, y Mike creyó ver que lanzaba a Ben una leve
mirada de advertencia-. Supongo.
--¿Por qué no enciendes la radio, Richie? -preguntó Ben.