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--S-s-sí -murmuró el otro y guardó silencio.
Se turnaron para trabajar en el agujero hasta que Stan y Beverly volvieron con
sendas bolsas de papel llenas de bisagras. Mientras Mike hablaba, Ben, con
piernas cruzadas al estilo sastre, preparó unas ventanas sin vidrios que podían
abrirse y cerrarse, en dos de tablas largas. Tal vez sólo Bill prestó atención a la
celeridad con que movía los dedos; eran hábiles y sabían lo que hacían, como
dedos de cirujano. Bill los admiró.
-Dice mi padre que algunas de estas ilustraciones tienen más de cien años -
comentó Mike, con el álbum en el regazo-. Él las compra en esas subastas que la
gente hace en los patios o en tiendas de segunda mano. A veces las intercambia
con otros coleccionistas. Hay estereocopios: se ponen dos imágenes iguales en
una tarjeta larga; después, si uno las mira con una cosa que parece un telescopio,
ve una sola imagen, pero en tres dimensiones. Como "Museo de cera" o "El
monstruo de la laguna negra".
--¿Y para qué quiere todo eso? -preguntó Beverly. Llevaba puestos unos
vaqueros a los que les había hecho algo divertido a la altura de los bajos, con una
tela de color intenso en los últimos veinte centímetros cómo si fuesen los
pantalones de un marinero caprichoso.
--Sí -dijo Eddie-. En general, Derry es bastante aburrida.
--Bueno, no sé, pero creo que es porque mi padre no nació aquí -dijo Mike-. Es
como... no sé, como, si todo fuese nuevo para él. O como cuando uno llega al cine
en medio de la película, ¿entendéis?
--Cla-claro -dijo Bill-. Uno q-qquiere ver el pri-el principio.
--Eso. En Derry hay mucha historia. A mí me, gusta. Y creo que una parte tiene
que ver con ese... ese... con "Eso", si se le puede llamar así. Miró a Bill, que
asintió, pensativo.
--Después de desfilar el 4 de julio, estuve mirando el álbum porque estaba
seguro de haber visto antes a ese payaso. Y mirad.
Abrió el libro y lo entregó a Ben, que estaba sentado a su derecha.
--¡N-n-no toquéis las pá-las páginas! -dijo Bill.
Había tanta ansiedad en su voz que todos dieron un respingo. Tenía apretada la
mano que se había cortado con el álbum de George. Richie notó que mantenía el
puño cerrado en un gesto protector.
--Bill tiene razón -dijo. Y esa voz apagada, tan diferente de la habitual, los
convenció-. Tened cuidado. es como dice Stan. Si nosotros lo vimos, vosotros
también podríais verlo.
--"Sentirlo" -corrigió Bill, ceñudo.
El álbum pasó de mano en mano; todos los sostenían con cautela, por los
bordes, como si fuese dinamita.
Volvió a manos de Mike, que lo abrió por una de las primeras páginas.
--Dice mi padre que no hay modo de saber cuándo es ésta, pero tal vez la
hicieron a principios o a mediados del siglo dieciocho -contó-. Un tipo a quien le
arregló una sierra giratoria le dio una caja de libros e ilustraciones viejos. Ésta
estaba allí. Él dice que tal vez vale unos cuarenta dólares, o más.
Era una xilografía del tamaño de una postal grande. Bill se sintió aliviado al ver
que el padre de Mike había protegido sus fotos con una lámina plástica. Mientras