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--¡Oh, Dios mío! -susurró Beverly, sobrecogida.
--¡Es lo mismo! -exclamó Richie, mientras golpeaba a Bill en la espalda, presa
de la excitación. Miró la cara blanca y ojerosa de Eddie, y la petrificada de Stan
Uris-. ¡Lo mismo que vimos en la habitación de George! "Exactamente lo que"...
--Chist -susurró Ben-. Escuchad. -Y luego, casi sollozando-: Se los oye... Sí, se
los oye.
Y en el silencio, roto sólo por el leve paso de la brisa estival, comprobaron que
era cierto. La banda estaba tocando una marcha militar, debilitada y metálica por
efecto de la distancia... del paso del tiempo... de lo que fuese. Los vítores de la
multitud eran como el ruido que emite una radio mal sintonizada. Había
chasquidos, como hechos con los dedos.
--Petardos -susurró Beverly, frotándose los ojos con dedos temblorosos-. Ésos
son petardos.
Nadie contestó. Miraban la foto con ojos como platos.
El desfile serpenteó hacia ellos, pero antes de que los integrantes llegasen al
primer plano, el punto en que habrían debido salir de la imagen a un mundo trece
años posterior, desaparecían de la vista, como en una especie de curva
desconocida. Primero, los veteranos de la primera guerra; después los "boy-
scouts", el cuerpo de enfermeros, la banda de la iglesia, y finalmente, los
veteranos de la Segunda Guerra Mundial que habían vuelto a Derry, con la banda
del instituto cerrando el desfile. La multitud se movía y cambiaba de sitio. De las
ventanas caían nubes de serpentina y confeti. El payaso bailoteaba por los lados
haciendo cabriolas, imitando un saludo militar o fingiendo apuntar con un fusil. Y
Bill notó, por primera vez que la gente le volvía la espalda, pero no como si lo
viesen, sino como si percibiesen una ráfaga de viento o un olor desagradable.
Uno de los niños lo vio y se echó atrás.
Ben alargó la mano hacia la foto, tal como había hecho Bill en la habitación de
George.
--¡N-n-n-no! -gritó Bill.
--No te preocupes, Bill -dijo Ben-. Mira. -Apoyó la mano sobre la película plástica
que protegía la foto. Después de un instante la retiró-. Pero si retiras la cubierta...
Beverly soltó un alarido. El payaso, al retirar Ben la mano, había dejado de hacer
cabriolas y muecas. Corrió hacia ellos, parloteando y riendo con su boca
ensangrentada. Bill se encogió; pero retuvo el álbum, pensando que
desaparecería de la vista, como había ocurrido con todo el desfile, los "boy-
scouts", la banda y el descapotable que llevaba a Miss Derry 1945.
Pero el payaso no desapareció a lo largo de esa curva que parecía definir el
borde de una antigua existencia. Saltó, en cambio. con audaz y ágil gracia a un
poste de alumbrado, erguido en el primer plano a la izquierda. Trepó por él... y de
pronto apretó la cara contra la dura hoja plástica. Beverly volvió a gritar, y también
Eddie, aunque el aullido del chico fue más débil y sofocado. el plástico se abultó
hacia fuera. Más tarde, todos aseguraron que habían visto lo mismo. La roja nariz
del payaso quedó achatada, como cualquier nariz contra el vidrio de una ventana.
"¡Os voy a matar a todos! -gritaba el payaso, riendo-. ¡Tratad de detenerme y ya
veréis! ¡Primero os vuelvo locos y después os mato! ¡No podéis detenerme! ¡Soy
el hombrecito de jengibre! ¡Soy el hombre loco adolescente!"