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molestaba un poco cuando tenía que conducir muchas horas en días de lluvia. Un
                par de aspirinas lo solucionaba enseguida. No tenía importancia.
                   Pero ahora no es sólo una irritación sin importancia. Es como si un demente
                estuviese afilando ese serrucho enmohecido. Recuerda que así se sentía en el
                hospital, sobre todo a altas horas de la noche en los primeros días. Tendido en la
                cama, sudando de calor, esperaba a que la enfermera le trajese una píldora
                mientras las lágrimas le corrían por las mejillas hasta las orejas, pensando: "es
                como si un loco estuviese afilando un serrucho allí dentro."
                   "Si esto es la senda del recuerdo -piensa Eddie-, la cambiaría por un gran
                enema cerebral."
                   Sin darse cuenta de que está por hablar, dice:
                   --Fue Henry Bowers el que me fracturó el brazo. ¿Se acuerdan de eso?
                   Mike asiente.
                   --Fue poco antes de que desapareciera Patrick Hockstetter. No recuerdo la
                fecha.
                   --Yo sí -asegura Eddie secamente-. Fue el 20 de julio. La desaparición de
                Hockstetter se denunció... ¿Cuándo? ¿El veintitrés?
                   --El veintidós -corrige Beverly Rogan, aunque no les dice por qué está tan
                segura de la fecha.
                   Es porque vio a "Eso" llevarse a Hockstetter. Tampoco les dice lo que creía
                entonces y sigue creyendo: que Patrick Hockstetter estaba loco, tal vez más loco
                que Henry Bowers. Lo dirá luego, pero ahora le toca a Eddie. Y más tarde,
                probablemente, Ben narrará el punto culminante de aquellos acontecimientos de
                julio: la bala de plata que jamás se atrevieron a hacer. Una agenda de pesadilla
                como jamás la hubo. Pero, esa exaltación descabellada no cede. ¿Desde cuándo
                no se sentía tan joven? Apenas puede quedarse quieta.
                   --El veinte de julio -musita Eddie, haciendo rodar su inhalador por la mesa, de
                una mano a la otra-. Tres o cuatro días después de aquel asunto del pozo de
                humo. Pasé el resto del verano con un yeso, ¿recordáis?
                   Richie se golpea la frente en un gesto que todos recuerdan de los viejos
                tiempos. Bill piensa, con una mezcla de diversión e intranquilidad, que por un
                momento Richie se ha parecido a Beaver cleaver.
                   --¡Claro, por supuesto! Cuando fuimos a la casa de Neibolt Street estabas
                enyesado, ¿verdad? Y más tarde... en la oscuridad...
                   Pero Richie menea la cabeza, confundido.
                   --¿Qué, R-Richie? -pregunta Bill.
                   --Todavía no recuerdo esa parte -admite Richie-. ¿Y tú?
                   Bill mueve lentamente la cabeza.
                   --Ese día, Hockstetter estaba con ellos -dice Eddie-. Fue la última vez que lo vi
                con vida. Tal vez reemplazaba a Peter Gordon. Supongo que Bowers no quiso
                saber nada más con Peter después de verlo huir el día de la pelea a pedradas.
                   --Murieron todos, ¿no? -pregunta Beverly, sin alzar la voz-. Después de Jimmy,
                los únicos que murieron fueron los amigos de Henry Bowers... o sus ex amigos.
                   --Todos, menos Bowers -confirma Mike, mirando los globos atados a la
                microfilmadora-. Está en Juniper Hill, un asilo para enfermos mentales, en
                Augusta.
                   Bill pregunta:
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