Page 37 - Extraña simiente
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—Sí, claro —dijo Rachel.
Se empezó a arrepentir de no haber escuchado más atentamente.
—Claro —repitió—, estoy completamente de acuerdo.
—¿En serio?
Lumas esbozó una sonrisa levemente condescendiente, chocante en esa
cara amable.
—Sí, sí, estoy de acuerdo.
—¿Con qué?
Su sonrisa se amplió convirtiéndose en burla. Estaba atrapada.
Y, curiosamente, le divertía verla en el trance.
Rachel consideró confesar que no había estado escuchando, al fin y al
cabo no era nada grave. Lumas la perdonaría y asunto acabado.
—Con lo que usted acaba de decir, señor Lumas.
—Hank, ya se lo dije antes, Rachel.
Con esto, Lumas sólo trataba de ayudarla, no de regañarla.
—Hank.
—Así está mejor. Y ahora, ¿de qué estábamos hablando? Ah, sí… ¿Le
gusta esto, Rachel? ¿Le gusta esta casa?
Rachel se dio cuenta de que estaba aflojando la tuerca, de que su bondad
natural había prevalecido.
—Sí —suspiró— y no. No me gusta estar sin teléfono ni sin ventanas.
Señaló hacia la ventana cerrada por tablones que había en la parte trasera
del cuarto de estar.
—Si sólo pudiéramos tener algo de luz… Esta oscuridad me deprime —
hizo una pequeña pausa—. Y me imagino que me he acostumbrado
demasiado a la ciudad, a la confusión, al ruido, ya sabe… Parece tonto,
¿verdad?, pero me he criado en una ciudad y esto… —hizo un gesto con la
mano—, esto es una experiencia totalmente nueva para mí.
Lumas asintió, comprensivo.
—Y créame, la experiencia será buena. En seguida se dará usted cuenta.
La ciudad es artificial, muy artificial.
—Puede ser. Pero uno se acostumbra en seguida a vivir en ella. A veces,
creo que la confusión forma parte…
Lumas, anticipándose, soltó una risa ahogada, carraspeando, como si se
hubiera atragantado.
—Ya sé… —prosiguió Rachel, tratando de no mostrar su disgusto—…
que usted no está de acuerdo conmigo, señor Lumas, perdón, Hank. Y
entiendo su punto de vista. De verdad. Pero…
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