Page 44 - Extraña simiente
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—Paul iba a darle la razón, pero Lumas siguió hablando—. Bueno, de los que
podían haber sido sus hijos…
—¿Acaso no lo eran, Hank?
—¿No llegaste a conocer a los Schmidts, Paul?
—Mi tío les alquilaba la casa, incluso cuando ya era mía.
—Eso lo explica todo —interrumpió Lumas—. Los Schmidts tenían
aproximadamente la misma edad que tú y tu mujer. Quizás fueran un poco
más jóvenes. Y estos niños —dijo señalando las cruces de madera— tenían
diez o doce años —hizo una breve pausa—. Fueron adoptados. Eso es lo que
me contaron los Schmidts, que los adoptaron.
* * *
Paul, siguiendo el consejo de Rachel, dejó el gato hecho un ovillo sobre la
silla y trató de acomodarse sobre el sofá.
—Según Hank —dijo Paul—, los niños aparecieron un buen día. Y los
Schmidts le contaron que un orfanato de Siracusa estaba muy contento de
haber encontrado un hogar donde colocarlos, porque ya eran mayores,
¿sabes?, ya no eran bebés…
Rachel, sentada en su silla de mimbre, al otro lado de la habitación, le
miró intrigada.
—Y se murieron al cabo de un año, más o menos. ¿De qué, Paul?
—La chica, que se llamaba Margaret, murió de neumonía, según Hank.
Era al final del otoño y el tiempo era muy inestable. Hacía mucho calor un
día, y al otro mucho frío.
Se levantó, fue hasta la ventana de atrás y miró afuera. Al cabo de un rato,
continuó:
—Hank dice que hubo una tormenta de granizo y que la niña no llegó a
tiempo a casa. Murió una semana más tarde.
—¡Qué horror! —dijo Rachel. Desvió la mirada un instante tratando de
recordar—. ¿Y los Schmidts reaccionaron… muy fríamente?
—Eso dice Hank, pero ¿quién sabe? Es difícil percibir qué es lo que
realmente siente una persona ante algo así. Puede parecemos que lo toma muy
fríamente, que no le afecta en absoluto, cuando, en realidad, está sufriendo
muchísimo.
—No sé, Paul… A pesar de su aspecto, Hank es muy… sensible. Estoy
segura de que ya lo habrás notado.
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