Page 47 - Extraña simiente
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Fue a la puerta de atrás, la empujó y se puso a esperar que Paul apareciera

               por el camino que se divisaba a unos cuarenta metros al Norte.
                    Vio que el halcón, como un punto indefinido en el horizonte, sobrevolaba
               el bosque hacia el Oeste.
                    Un minuto más tarde podía distinguir el movimiento lento y fluido de sus

               grandes alas que el viento no parecía estorbar. Luego cruzó hacia el campo
               más distante, donde Paul había estado trabajando estas dos últimas semanas.
                    —¡Paul! —gritó espontáneamente, como si el halcón fuera una amenaza
               para Paul.

                    Observó  entonces  que  el  pájaro  llevaba  una  presa  en  sus  garras,  del
               tamaño de un gato pequeño, y que ésta se movía doblándose en espasmos,
               como si fuera un juguete mecánico estropeado. El halcón llegó hasta el campo
               más  próximo,  moviendo  sus  grandes  alas  pardas,  despacio,  con  soltura  y

               elegancia; oyó su chillido intermitente, estridente.
                    —Vete —murmuró, tensa, desesperada—. Vete, por favor.
























































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