Page 52 - Extraña simiente
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—Sí —le interrumpió Paul—, claro que hay alguien. Lo puedo oír. El
pobre desgraciado ha debido querer refugiarse de la tormenta —pegó el oído
a la puerta de nuevo—. ¡Hola! ¡Usted! El que está en el sótano, ¿se encuentra
bien? ¿Me puede oír?
Esperó un momento y continuó hablando elevando un poco la voz.
—¡Hola! ¿Me oye? —otra pausa—. ¡Dios! —exclamó—. Rachel, ¿me
puedes echar una mano?
Rachel se acercó a la puerta y colocó sus manos por encima de las de
Paul. Unos segundos más tarde habían conseguido separar la puerta del
marco.
—Vale —dijo Paul—, ya puedo yo sólo.
Rachel dudó un instante antes de desplazarse a la derecha, desde donde
podía mirar por la estrecha abertura entre la puerta y el marco.
—No veo nada —dijo, y tras una pausa, añadió—: Pero me parece oír
algo.
Al forzar Paul la puerta hasta abrirla chirriaron los goznes. Sacudió las
manos y respiró hondamente.
—Vamos a tener que… arreglar… esta maldita puerta —dijo.
* * *
Rachel iba de un lado a otro de la cocina.
—¿Has visto el café, Paul? —preguntó, abriendo y cerrando los armarios.
Paul se dejó caer lentamente sobre una silla de la mesa de la cocina.
—Estoy seguro de que oí a alguien —murmuró—. Estoy seguro.
—¡Aquí está el café! —dijo Rachel.
—Y esas huellas —prosiguió Paul—…, tenía que estar ahí dentro.
¿Dónde si no?
Rachel llevó el paquete de café hasta el molinillo.
—Paul —dijo con un tono vagamente paternalista—, ¿no has buscado ya
en todas partes?
Esperó una respuesta, aunque la pregunta era más bien retórica. Paul
asintió.
—Bueno, entonces —continuó—, es muy simple, no había nadie, como te
dije desde el principio.
Sonrió para cerrar la discusión.
—Estaba muy oscuro —dijo Paul—. Desde fuera, tú no podías darte
cuenta de lo oscuro que estaba. Fíjate si estaría oscuro que hasta tropecé con
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