Page 55 - Extraña simiente
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Se quedó boquiabierta.
El niño había vuelto la cabeza y la estaba mirando.
* * *
En ese instante, una palabra le vino a la boca: «Bello».
Un segundo después, la desechó. No sólo no era adecuada, sino que era
deshonesta; deshonesta hacia sí misma. Hacia todo su ser. Porque se llaman
«bellas» a tantas cosas banales… Los hombres y las mujeres son bellos. Los
niños son bellos, los animales, la poesía, la alegría, el amor son bellos.
Incluso la tristeza es bella. La cara que estaba estudiando, los ojos que la
estudiaban a ella, no lo eran.
Era horrenda. Como puede serlo la perfección. E hipnótica, igual que la
luna llena.
Una cara en total armonía consigo misma.
Por el espacio de un segundo de demencia, Rachel pensó que sus propios
hijos se parecerían mucho a este niño.
El color de su piel era muy parecido al de ella, ¿no era cierto?
No, quizás se pareciera más al de Paul. Y la forma ovalada, afilada de los
ojos. Los ojos de Paul. Y la barbilla potente, como la de Paul. Este
pensamiento se fue desvaneciendo, víctima de la honradez innata de Rachel.
Además, sentía miedo, miedo y confusión.
Sus propios hijos se parecerían a este niño tanto como un grabado de
Audubon a su tema. Una imitación. Este pensamiento le cortó la respiración.
¿Se le había ocurrido realmente un pensamiento tan absurdo? ¿Lo pensaba de
verdad?
Avanzó un paso hacia el niño. Él alzó ligeramente la cabeza para poder
seguir mirándola a los ojos.
Ella ya había visto antes ese color azul frágil de sus ojos; era el color del
cielo muy temprano por la mañana, limpio de nubes, justo antes de que salga
el sol, pero justo después de que las estrellas más brillantes se hayan ocultado.
Ese azul pálido, frágil y efímero. Un azul que contrastaba tan fuerte y
exquisitamente con la suave piel casi del color de la tierra. Pero era el pelo lo
que tenía el color de la tierra, se corrigió. Era como si la espesa y hermosa
mata de pelo que le caía por los hombros, aunque curiosamente no por la
frente, fuera una especie extraña de tierra fértil.
Los pómulos altos y la nariz recta le recordaban a los indios americanos,
pero Rachel pensó que no eran tan puros; daba más la sensación de que la
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