Page 53 - Extraña simiente
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la cómoda que guardamos ahí abajo… La linterna no me sirvió de nada. Es
muy posible que no haya podido ver…
—¿Cómo puede alguien esconderse ahí abajo? —Rachel le interrumpió
—. ¿Tú cabrías ahí?
—No, pero no soy un niño.
—Pero, ¿podemos estar seguros de que era un niño?
—Tú fuiste la que lo pensaste en primer lugar. Y por el tamaño de las
huellas, no veo cómo hubiera podido haber sido otra cosa…
—Me equivoqué —le volvió a interrumpir Rachel—, así de sencillo.
—No. Tú no te equivocaste. Y cuando venga Hank vamos a bajar a echar
otro vistazo…, a menos que tú puedas vencer tu miedo a…, bueno, bueno,
¡qué más da! Si hay algo allí abajo, Hank y yo lo encontraremos.
—Esta mañana —dijo Rachel bajando la voz— me dijo que no se sentía
bien. Es probable que esté en su cabaña.
—¿No se sentía bien? ¿Por qué no me dijiste nada?
Rachel se encogió de hombros.
—No sé, se me olvidó.
—¿Se te olvidó? —esperó un segundo a que Rachel le diera una
explicación que nunca llegó—. Bien —continuó—, ¿qué te dijo que le
pasaba?
—No, no me dijo nada. Me imagino que será un dolor de estómago.
—¿Dolor de estómago?
Paul dijo esto último más como una afirmación que como una pregunta.
—Vamos, que no debe tratarse de nada grave —Rachel se interrumpió un
segundo—. Será su alimentación…
—No hay nada malo en su alimentación —le interrumpió Paul.
Se levantó y abrió la puerta trasera.
—Volveré en una hora más o menos. Ten la cena preparada.
—Vale, de acuerdo —dijo Rachel.
Ella cerró la puerta tras él.
Tengo un par de minutos libres, así que te añado esta postdata.
Por si acaso te preocupaba, te diré que el lunes ya vienen a ponernos los cristales (hoy es
viernes). Y a ver si así zanjamos de una vez este asunto. Nos va a costar bastante dinero, claro, pero
¿qué se le va a hacer? (Aunque me hubiera gustado que la casa hubiera estado asegurada, ¿sabes?).
También te diré que ya tenemos el coche arreglado. Bueno, hace ya un par de semanas, pero no
lo usamos mucho. Hay un teatro en la ciudad; yo pensaba que cuando llegáramos aquí saldríamos
mucho, que nos aburriríamos como ostras, pero ¡qué va! Estamos demasiado ocupados poniendo
esta casa en pie… Ahora ya no son más que cosas pequeñas las que quedan, como las escaleras del
porche de atrás, la galería que rodea el porche delantero y rascar la horrible pintura marrón que
cubre el suelo del cuarto de estar, a ver si podemos dejar limpias las tablas de pino que hay debajo.
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