Page 101 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824 97
tiles entre ambos tenderos anudaron las de la
amistad, y durante la emigración de D. Be-
nigno, Romo colmó de atenciones y finezas á
la familia, sirviéndoles al mismo tiempo de
amparo contra la reacción, por ser voluntario
realista de los más significados. Doña Robus-
tiana fiaba mucho en la amistad de aquel jo-
ven de tanto poder entre las turbas realistas,
y por nada del mundo la diera en cambio de
la de un príncipe. Creía tener en él fortísimo es-
cudo contra las brutalidades de la época, y fia-
ba en que por mediación suya sería restituido
prontamente Cordero á la dulzura de su hogar.
—Hay que tener un poquito de paciencia
—•les decía Romo. — Se hace todo lo que se
puede para que el Sr. D. Beuiguo vuelva á su
casa; pero no se podrá mucho, hasta que los
liberales no estén sometidos. Figúrese usted,
señora Doña'Robustiana, que el Gobierno abre
un poco la mano y empieza á perdonar, á
perdonar... Pues ya tiene usted la revolución
encima. No lo digo por el Sr. D. Benigno, que
es un hombre de bien, sino por esos pillos que
están acechando nuestra debilidad para soltar
las riendas de su desvergüenza... No se aflijan
ustedes; que vamos á dar una amnistía, una
amnistía amplia, general, con excepción de
todos los pillos se entiende, y entonces ó no
soy quien soy, ó D. Benigno será comprendi-
do en ella.
Con e3tas promesas se consolaba la familia;
pero pasaban los meses, y la deseada amnistía
no era más que una esperanza. En su lugar
veíanse nuevas proscripciones, encarcelamien-
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