Page 99 - El Terror de 1824
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tiempo las familias discurrían el modo de con-
graciarse con el bando dominante, y uno de
los sistemas más eficaces durante el trienio ha-
bía sido vestir á los niños de milicianos na-
cionales. Cambiadas radicalmente las cosas,
Doña Eobustiana, que quería estar en paz con
la situación, siguió la general moda, vistiendo
á los borregos de frailes. Los domingos, Pri-
mitivo y Segundito salían á la calle hechos
unos Padres priores que daban gozo.
La familia, que antes de la catástrofe de la
Constitución era feliz y vivía tranquila en su
paz laboriosa, había caído en gran desaliento
y tristeza desde la proscripción del padre. Te-
mían nuevas desgracias, y como no veían en
torno de sí más que cuadros de luto, ignomi-
nia, venganzas horribles, asesinatos jurídicos,
delaciones infames, horcas y traición, no res-
piraban. Resuelta Doña Robustiana á no ser
en manera alguna sospechosa á los ojos de la
reacción, se esmeraba en variar los vestidos
domingueros de los niños, dándoles la forma
y color de todas las órdenes religiosas imagi-
nables.
Compartían el tiempo hija y madre entre
la tienda y la casa. En la primera tenían un
mancebo jovenzuelo que era muy despierto y
les prestaba no poca ayuda. En la casa vivían
recogidamente, sin cultivar amistades que po-
drían resultar peligrosas; huyendo de tratar
mucha y diversa gente; consagrando bastan-
tes horas á rezar por la vuelta del padre, y á
imaginar medios pacíficos y legales para ha-
cer su situación menos aflictiva. La amistad