Page 104 - El Terror de 1824
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100       &.  PÉREZ  GALDÓS
      ron  á  felicitarle;  el  mancebo  corrió  á  traer  &
      los  chicos  que  ya  habían  idoá  la  escuela,  y  él,
      no  pudiendo  refrenar  su  impaciente  anhelo  de
      ver  á  Elena,  corrió  á  la  calle  de  Coloreros.  Por
      el  camino  topaba  á  cada  instante  con  amigos
      que  le  daban  la  bienvenida,  y  como  casi  todos
      se  empeñaban  en  manifestarle  su  gozo  con
      apretones  de  manos,  abrazos  y  otras  muestras
      de  sensibilidad,  al  feliz  padre  le  consumía  el
      desasosiego,  y  procurando  desasirse  de  laa
      amistosas  manos,  exclamaba:
        — Yo  bueno...  estoy  bien...  Hasta  luego,,
      señores..  .  Voy  á  ver  á  mi  hija  querida.
        Y  penetrando  en  el  portal  decía:
        — Estará  sola  la  pobrecita...  |qué  alegría
      tendrá  cuando  me  vea!...  ¡Pobre  ángel  de  mi
      vida!
        Subió  temblando,  y  al  acercarse  á  la  puer-
         ta, y  cuando  alargaba  la  mano  para  coger  el
      verde  cordón  de  la  campanilla,  sintió  una  voz
      de  hombre  que  sonaba  dentro  de  la  casa.  Era
      una  voz  agria,  bronca,  y  pronunciaba  atro-
                   pelladamente palabras  que  no  podían  enten-
           derse bien  desde  la  escalera.  Luego  oyó  Don
      Beniguo  la  voz  de  su  hija,  expresándose  con
      agitación.  Al  buen  ciudadano  matritense  se  le
      heló  la  sangre  en  las  venas,  á  pesar  de  no  ha-
          ber formado  aún  idea  concreta  de  lo  que  oía,
      y  llamó  fuertemente  con  la  campanilla  y  coa
      los  puños,  gritando:
        —Elena,  hija  mía,  soy  yo...  ¡tu  padrel
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