Page 107 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824 103
te, parecía la estatua erigida para conmeina-
rar la petrificación del hombre.
Sólita entró en casa de Cordero. Elena, que
corrió á abrirle la puerta, le dijo:
— Hace una hora que te espero... quítate la
mantilla... estoy sola con Reyes... tengo mu-
chas cosas que contarte.
Entraron en la sala. En el centro de ella
había una gran mesa llena de puntillas que
Elenita cosía uuas con otras...
— ¿Pero no te quita3 la mantilla? — repitió
la de Cordero, emprendiendo la obra inte-
rrumpida.— Ehy no sales de aquí en todo el
día.
— Ahora mismo me voy, — replicó Sólita de*
jando escapar por sus ojos el contento.
— |Vaya unas amigas! — dijo Elena mani-
festando en el tono su tristeza. — ¿A. dónde vas
ahora? Hace calor.
— Tengo que hacer — repuso la huérfana to-
cándose el pecha para ver si se le habían per-
dido las cartas. — Hay cosas que no se pueden
dejar para mañana.
— Es verdad — dijo la muñeca poniendo uií
hilo entre los dientes. — Si yo pudiera dejar es-
to para la semana que entra, lo dejaría... Pa-
rece que estás contenta...
— Siempre no hemos do estar tristes.
— ¿A. dónde fuiste esta mañana?
— A comprar un Vestilo.
— ¿Y á dónde vas ahora?
Sola vaciló un instante, porque era precisa
mentir y su inventiva no era grande.
— A comprar otro, — repuso al fin.