Page 111 - El Terror de 1824
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                EL  TERROR  DE  1824
       — No...  rae  parece  que  han  sido  tres...  6
     quizás  sean  cuatro.
       — ¿Cuatro?
       — La  verdad,  amiga  de  rni  alma:  llevo  es-
          critas cinco  cartas.
       — No  digas  más,  porque  si  sigue  la  cuenta,,
     va  á  resultar  que  le  has  escrito  cincuenta.
       — El  pasaba  todos  los  días  por  aquí...  ya
     sentía  sus  taconazos  con  el  rechinchín  de  las
     espuelas,  y  me  daba  mucha  lástima...  No  po-
         día menos  de  asomarme...  un  día  me  mandó*
     con  Reyes  un  papelito...  En  fiu,  en  la  última
     carta  que  le  escribí...
       — Eso  es:  vamos  á  la  última.
       — En  la  última  carta  le  decía  muchas  boba-  %
     das...  Como  él  es  tan  tierno  y  en  las  cartas  pin-
        ta corazones  ensartados  chorreando  sangre..-
       — ¿Tu  también  le  pintaste  corazones?
       — No...  pero  le  decía  que  Rimo  es  un  ani-
           mal... porque  está  celoso  de  Romo...  También
     le  decía  que  con  él  (es  decir,  con  Angelito)  6
     con  nadie...  que  me  metería  monja...  que  el
     sepulcro  me  era  más  dulce  que  casarme  con
     otro...  En  fin,  esas  cosillas  que  se  dicen...
        — ¿Y  nada  más?
       — Pero  es  el  caso  que  la  policía  ha  puesta
     preso  á  Augelito  ayer  por  la  mañana.
        — | Jesús,  mujer!
        — Sí — añadió  Elena  más  acongojada. — Le
     han  puesto  preso,  porque  parece  que  un  her-
           mano suyo  que  estaba  emigrado  en  Inglaterra
      ha  venido  para  conspirar.  Le  buscan,  y  como
      no  pueden  encontrarle,  han  cogido  al  herma-
      nito...  y...  y...
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