Page 110 - El Terror de 1824
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106 B. PÉREZ GALDÓS
en una silla y llevó á los ojos, acompañadas
de un largo pañuelo, sus dos lindas manos.
Alarmada Sólita, acudió hacia ella y abrazóla
tiernamente, rogándole que explicase aquella»
desgracias tan enormes que la abrumaban.
— Yo no puedo querer á Romo — afirmó és-
ta sollozando, — porque es muy feo, muy bas-
tóte, y porque no me gusta... ¿Qué culpa tengo-
yo de que otro me haya parecido mejor? Di me
tú si cualquier mujer á quien le pongan de-
lante á Francisco Romo y á Angelito Seudo-
quis puede dudar.
— |Ohl no, de ningún modo. Angelito 3eu-
doquis se ha de llevar la palma.
— Pues está claro— dijo Elena, recibiendo
gran consuelo con la declaración de su amiga.
— El pobre muchacho es muy bueno, de noble
familia, superior á nosotros, que somos tende-
ros; es honrado, caballero, muy fino, muy va-
liente, según él mismo me ha dicho... y quiere
casarse conmigo.
— ¿Y por qué no se ha de casar?
— Porque yo soy muy desgraciada... no te
rías... la más desgraciada de las mujeres — ex-
clamó la doncella llorando como una Magda-
lena,— y además, porque he sido mala, muy
mala y Dios me está castigando.
— ¿Qué has hecho?
— Escribí una carta á Angelito, — dijo Elena
observando su pañuelo.
— Eso sí que no me lo habías dicho.
— Pensaba decírtelo hoy... Le he escrito dos
cartas.
—¿Dos?