Page 112 - El Terror de 1824
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108  B,  PÉREZ  G ALDOS

         Elena  soltó  un  torrente  de  lágrimas  y  so
       deshizo  en  sollozos.
         — jY...  y  le  van  ahorcar! — prosiguió  con
       lastimeros  ayes.
         — No  seas  tonta,  mujer — le  dijo  Sola,  que
       se  había  puesto  muy  pálida.— Y  dices  que
       por  haber  llegado  su  hermano...
         — Sí,  un  condenado  masón  que  ha  venido
       á  armar  revoluciones;  y  como  no  le  han  po-
            dido coger...
         Soledad  pasó  de  la  sorpresa  á  la  estupe-
              facción más  profunda.
         —  [Esos  infames  polizontes  son  tan  malosl...
       — añadió  la  de  Cordero. — ¿Qué  culpa  tiene  el
       pobre  Angelito?...  El  es  liberal,  muy  liberal;
       pero  se  halla  decidido,  así  me  lo  ha  dicho,  á  no
       desenvainar  su  espada  contra  el  Rey.  Ya  sa
       bes  que  es  cadete.  No,  no:  jamás  Angelito
       atentará  á  los  derechos  del  Trono...  Pues  vol-
              viendo á  ese  vil  Romo...  ya  sabes  que  es  ami-
          go de  los  de  la  policía  y  de  Chaperón.
         Sola  no  oía  nada.  Estaba  absorta  y  no  apar-
           taba su  mano  del  seno.  Creía  sentir  sobre  él
       un  peso  colosal  que  la  abrumaba.
         —  Como  es  amigo  de  la  policía... — añadió
       Elena. — Ya  sabes  que  registran  á  todos  los
       presos...  Romo  encontró  en  el  bolsillo  de  Ange-
          lito la  última  carta  que  le  escribí...  ¿Conoces
       iú  desgracia  semejante?
         -¿Y  que?
         —  Que  la  tiene  él...  Romo...  y  me  la  enseñó
       anoche...  y  dice  que  se  la  va  á  enseñar  á  ma-
          má y  á  papá  cuando  venga... y  dice  que  cuando
       ahorquen  á  Angelito  él  le  tirará  de  los  pies...
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