Page 109 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824
que iba á decir. — Antes ese hombre me era
muy antipático; pero ahora... te juro que le
aborrezco con toda mi alma.
— jPobrecitol... No, no; quiero decir que le
está bien merecido... El Sr. Romo no cautiva-
rá á ninguna mnjer. Sin ser feo, es tal que pa-
rece más feo que los que lo son adrede.
— Justamente, has dicho la verdad... El
amigo de la casa se empeña en quererme y eü
que he de quererle yo. |Ay! amiga, tienes ra-
zón en decir que ese hombre es malo... Hay
en su cara una cosa... ¿qué es? Parece que va
pasando por delante de él una máscara horri-
ble que le hace sombra en la cara. ¿No es asi?
— Así mismo es, así,— dijo Sola mirándose
en un espejo colgado frente á ella, y haciendo
la observación de que no se encontraba tan
poco bonita como antes creyera.
— Pues ve á decirle á mamá que Francisco
Romo no es la flor y nata de los caballéros...
Todo lo bueno lo hace el Sr. Romo... «¡Ay,
cuándo vendrá el Sr. de Romo para contarle lo
que nos pasa!...» «De este apuro nadie más
que el Sr. de Romo puede sacarnos...» «Si el
Sr. de Romo no nos devuelve á tu padre, ten-
Jo por perdido...» Y dale con el Sr. de Romo.
— ¿Por qué no le cuentas á tu madre lo que
te pasa?
— No puedo... de ningún modo — dijo Ele-
nita mostrando en su hermoso rostro perfila-
do la imagen de la mayor confusión. — ¡Ay,
pobre de mí, qué desgraciada soyl... sí, la más
desgraciada de todas las mujeres.
Diciendo esto, la figurita de porcelana cayó