Page 105 - El Terror de 1824
P. 105
EL TERROR DE 1824 101
IX
Aquella mañana, cuando D. Benigno esta-
ba aún á dos leguas de la Corte, entraba Sola
•en su casa después de una breve excursión
por las tiendas.
— Querida niña — le dijo Sarmiento suspen-
diendo el barrido y apoyándose en el palo de
la escoba, — Elenita Cordero ha venido *á bus-
carte para que la acompañes un poco. Hoy
^stá sola todo el día.
— ¿Y no ha venido nadie más?
— Sí, ha venido también el caballero que
estuvo ayer — repuso Sarmiento poniendo ce-
ño de digusto. — Puede que él crea que yo no
le conozco á pesar de las barbas de capuchino
que gasta... Si me parece que le estoy viendo
^n la sala de armas del castillo... Pero más
vale callar... ¡Ah! se me olvidaba decirte que
ha dejado un paquete para tí.
— Sí... hoy debía traerle — dijo Sola miran-
do á todos lados con ansiedad. — ¿En dónde
lo ha dejado?
D. Patricio señaló una puerta, por la cual
entró Sola corriendo. Fué derecha á tomar un
paquete que estaba sobre su cama. Pálida y
con los labios secos, le dió vueltas en sus ma-
nos temblorosas, buscando la lazada del cor-
dón que lo ataba. La veía, la tocaba sin acer-
tar á deshacerla: de tal modo se había vuelto
iorpe á causa de su gran emoción.