Page 102 - El Terror de 1824
P. 102
98 B. PÉílKZ GALDÓS
tos, la horca siempre en pie, la venganza más
cruel gobernando á la Nación, y la vida de los
españoles pendiente del capricho de uu salva-
je frailón ó de fieros polizontes. Las delacio-
nes, como puñaladas recibidas en la obscuri-
dad, traían en gran consternación á la Corte.
Desaparecían los ciudadanos sin que fuera
posible saber en qué calabozo habían caído.
Las cárceles tragaban gente como las tumbas
en una epidemia. Nadie, libre hoy, podía es-
tar seguro de conservar la libertad mañana,
porque la virtud más pura no podía estar se-
fura del golpe secreto, como no puede estarlo
el miasma invisible.
Al fin, allá en Mayo del 24, vino la amnis •
lía. Por ella se concedía indulto y perdón gene-
mi; mas eran tantas las excepciones, que an-
tes que amnistía parecía el Decreto una san-
grienta burla. Se perdonaba á todo el mundo,
y se exceptuaba después á todo el mundo. La
familia de Cordero, viendo que pasaban meses
sin que el proscripto volviese, examinaba de-
tenidamente los 15 artículos de las excepcio-
nes, por ver si D. Benigno podía ser compren-
dido en alguno de ellos; pero Romo tranqui-
laba á las dos señoras, diciéudoles:
— Eso corre de mi cuenta. D. Benigno ven-
drá; en caso que la Superitendenciá de Policía
tenga algúu escrúpulo, le purificaremos y...
santas Pascuas.
En efecto, una mañana del mes de Agosto
dallábase Doña Robustiana en el mostrador
midiendo algunas varas de puntilla, cuando
Y\6 que obscurecía la luz de la puerta un ob-