Page 94 - El Terror de 1824
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90 B. PÉREZ GALDÓS
No le conocemos otras relaciones de amistad
que las que tenía con la familia de Cordero, la
cual, á consecuencia de las calamidades de la
¿poca, había ido á vivir en la misma casa,
descendiendo algunos grados en la escala so-
cial.
Ya es conocido de nuestros lectores el gran
D. Benigno Cordero (1), comerciante de la su-
bida á Santa Cruz, hombre que se preciaba
de ocupar dignamente su lugar en todas las
ocasiones, y que sabía ser bondadoso padre de
familia, honrado tendero, puntual amigo y
también héroe glorioso, según lo que exigían
las circunstancias. Siendo tímido por naturale-
za, mandóle un día su deber que fuese héroe y
lo fué. Desgraciadamente no hay ninguna ca-
lle, ni monumento, ni lápida, ni escultura que
recuerden á la posteridad su nombre, símbo-
lo de la inocencia; pero los veteranos del 7 de
Julio saben que hubo en Boteros un Leónidas
de nariz picuda y roja como guindilla, de ga-
las de oro y cuerpo más propio para sobresalir
de la tabla de un mostrador que para erguirse
sobre el pedestal de gloria á quien llaman
campo de batalla.
La espantosa reacción absolutista, como fu-
ribunda liada que todo lo arrastra, arrastró
también al digno patricio, que en su tienda de
encajes había adquirido la idea de que los pue-
blos no se han hecho para los Reyes. Esta idea
se pagaba entonces con la cabeza, con la ruina
ó con el destierro. Muchos perdieron la pri-
(\ ) Véase Siete de Julio.