Page 89 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824
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—¿Pero qué es? Estoy rabiando. ¿Café? si lo
tomo todos los días... ¿Un periódico?
— Ahora no hay periódicos.
— ¡No hay periódicos!... ¡Oh, vil absolutis-
mo! ¿Con que no hay prensa periódica?
Con un simple gesto apagó Soledad aquel
chispazo de la hoguera que parecía sofocada.
— ¿Pues cuál es la golosina? Dímelo, ange •
Jito de mi corazón.
— La golosina es un paseo... Esta tarde te
llevaré á dar un paseíto. Está hermosa la
tarde.
— jBien, bravísimo, archi-bravísimo! — ex-
clamó el vagabundo arrojando su sombrero al
aire.— Estrenaré esa magnífica capa que me
has arreglado. Vamos pronto... Mira, hija, que
puede llover...
— Si no hay nubes...
— Puede ocurrir cualquier cosa.
— Nada puede ocurrir. Aguardaremos.
— |Quó hermoso día! Haces bien en sacar-
me á pasear. Mira que tengo ganitas de saber
lo que es el aire libre.
Salieron á las calles, y de las calles al campo
con vivo contento del patriota, que experimen-
tó grandísimo gozo por tal expansión, y luego
se volvieron á casa haciendo planes para nue
vos paseos en los días sucesivos. Así corría
mansamente la vejez del buen maestro, que se
asombraba de encontrarse feliz sin saberlo, es
decir, que miraba aquel maravilloso cambio
de sus sentimientos y de sus gustos sin acertar
á darse cuenta de él, como observa el vulgo
los grandes fenómenos de la Naturaleza sin