Page 86 - El Terror de 1824
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82         B.  PÉREZ  GA  DOS
         Por  la  mañana  levantábase  muy  temprano
       y  barría  toda  la  casa,  cantorreando  entre  dien-
           tes. No  habían  pasado  tres  meses  desde  el  pri-
           mer día  de  su  encierro,  cuando  parecía  haber
       adquirido  conformidad  casi  perfecta  con  su
       pacífica  existencia.  Sus  ratos  de  mal  humor
       eran  muy  escasos,  y  por  lo  general  las  turbo-
              nadas cerebrales  estallaban  mientras  Sólita
       estaba  fuera,  disipándose  desde  que  volvía.  Pa-
          ra el  espíritu  del  pobre  anciano  la  huérfana
       era  como  un  sol  que  lo  vivificaba.  Verla  y
       sentir  efectos  semejantes  á  los  de  la  aparición
       de  una  luz  en  sitio  antes  obscuro,  era  para  éi
       una  misma  cosa.
         — Parece  que  no — decía  para  sí, — y  le  estoy
       tomando  cariño  á  esa  muchachuela...  Quién
       lo  había  de  decir,  siendo  como  éramos  enemi-
           gos irreconciliables...  ]Ah!  Patricio,  Patricio,
       si  ahora  te  abrieran  la  puerta  de  la  casa  y
       te  echaran  fuera,  ¿abandonarías  sin  pena  á
       esta  pobre  huérfana  que  te  mira  como  mira-
           ría la  hija  más  cariñosa  al  padre  más  desgra-
       ciado?
         Un  día,  allá  por  Febrero  ó  Marzo  del  24,
       Sarmiento  observó  que  Sola  estaba  más  triste
       que  de  ordinario.  Atribuyólo  á  no  haber  re-
             cibido las  cartas  que  una  vez  al  mes  causában-
          la tanto  gozo.  El  siguiente  día  lo  pasó  la
       ¡[huérfana  llorando  de  la  mañana  á  la  noche,  lo
      ^que  afligió  extremadamente  al  patriota.  Por
       más  que  agotó  Sarmiento  todo  el  repertorio,
       no  muy  grande  por  cierto,  de  sus  trasnochados
       chistes,  no  pudo  sacarla  de  aquel  estado,  ni
       menos  obligarla  á  revelar  la  causa  de  su  tris-
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