Page 83 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824
riesgo, porque Sarmiento no cedía como antes
Á la virtud del palo, ni oía razones, ni respe-
taba á la que había logrado con su paciencia
y dulzura tan gran dominio sobre él. Pero al
fin triunfaron las buenas artes de la celestial
joven, y Sarmiento, acorralado en la sala, sin
esperanzas de lograr su intento, hubo de con-
tentarse con desahogar su espíritu poniéndose
de rodillas y diciendo con voz sonora:
— ¡Obi tú, el héroe más grande que han vis-
to los siglos, patriarca de la libertad, contem-
pla desde el cielo donde moras esta alma
atribulada que no puede romper las ligaduras
que le impiden seguirte. Preso contra todo
fuero y razón; víctima de una intriga, me veo
imposibilitado de compartir tu martirio, y con
tu martirio tu galardón eterno. Y vosotros,
asesinos, venid aquí por mí si queréis. Grita-
ré hasta que mis voces lleguen hasta vuestros
perversos oídos. Soy Sarmiento, el digno com-
pañero de Riego, el único digno de morir con
él; soy aquel Sarmiento cuya tonante elocuen-
cia os ha confundido tantas veces; el que no
os ha metrallado con balas, sino con razones;
«1 que ha destruido todos vuestros sofismas con
la artillería resonante de su palabra. Aquí es-
toy, matad la lengua de la libertad, así como
habéis matado el brazo. Vuestra obra no está
completa mientras yo viva, porque mientras
yo aliente se oirá mi voz por todas partes di-
ciendo lo que sois... Venid por mí. La horca
está manca: falta en ella un cuerpo. No será
efectivo el sacrificio sin mí. ¿No me conocéis,
«ciegos? Soy Sarmiento, el famoso Sarmiento,