Page 78 - El Terror de 1824
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74 B. PÉREZ GALDÓS
vida en las calles divirtiendo á los muchachos?
Si no hay en el mundo sér alguno más digno
de lástima... ¡Pobre viejecillol Me he propues-
to hacer una buena obra de caridad y he do
conseguirlo. Yo he de traer á este infeliz á la
razón. ¿Y cómo? Asistiéndole, cuidándole,
dándole de comer cositas buenas y sabrosas,
arreglándole su ropa para que esté decente y
no tenga frío, proporcionándole todo lo nece-
sario para que no carezca de nada y tenga
una vejez alegre y pacífica.
Estas palabras debieron hacer ligera impre-
sión en el espíritu del viejo, porque moviendo
la cabeza, se dejó acariciar y no dijo nada.
— Jesucristo nos manda hacer bien á los
pobres, cuidar á los enfermos y aliviar á los
menesterosos — añadió Soia acercando su agra-
ciado rostro á la rugosa efigie del vagabundo.
— Y cuando esto se hace con enemigos, el
mérito es mayor, mucho mayor, y el placer de
hacerlo también aumenta. Recordando que
este pobre iluso y fanático negó á mi padre un
vaso de agua en un trance terrible, más me
alegro de hacerle beneficios, sí, porque además
yo sé que el desgraciado vejete loco no es malo
en realidad, ni carece de buen corazón, sino
que por causa del condenado fanatismo hizo
aquélla y otras maldades... Por consiguiente,
papá Sarmiento, aquí estarás encerradito, co-
miendo bien y cenando mejor, libre de chicos,
de insultos, de atropellos, de hambre y desnu-
dez; aquí vivirás tranquilo, hacióudome com-
pañía, porque yo soy sola como mi nombre,
y estaré sola por mucho tiempo, quizás toda