Page 80 - El Terror de 1824
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76 B. PÉREZ GALDÓS
uozco sino la que Dios da á los que se portan
bien y cumplen sus mandamientos.
— ¿Pero y esa víctima, esa víctima de quien
necesita la libertad?
— La libertad no necesita víctimas, sino
hombres que la sepan entender... Con que
Sarmientillo, seremos amigos. De aquí no se
sale mientras esa cabeza no esté buena.
Dióle dos cariñosas palmadas en ella la en-
cantadora joven, mientras el insigne patriota
exhalaba de su noble pecho un suspiro dd á
libra, permítase la frase. ¿Era que hack el
sacrificio de su ideal sublime? ¿Era que podía
á su espíritu fuerzas para sobreponerse á se-
ducción tan poderosa? No es fácil saberlo. Los
próximos sucesos lo dirán.
— ¡Ah, señora— exclamó tomando la mano
•de Sola, — no sabe usted bien lo que hacel La
historia, quizás, pedirá á usted cuentas de su
acción abominable, auuque declaro que es ins-
pirada por un noble impulso de caridad... En-
gañosa Circe, no sabe usted bien qué clase de
Impetus sojuzga y contiene al encerrarme; no
sabe usted bien qué especie de monstruo en-
carcela, ni qué heroicas acciones se pierden
con este hecho, ni qué días gloriosos serán f to-
rrados de la serie del tiempo.
Dijo, y un rato después dormía la siesta.