Page 79 - El Terror de 1824
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EL  TERROR  DE  1824
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    la  vida...  ¿Quedarnos  en  eso?  Ya  ves  que  te
    tuteo  en  señal  de  parentesco  y  familiaridad,
      —  |Ah!  mujer  melosa  y  liviana — dijo  Sar-
          miento haciendo  un  esfuerzo  de  energía,  se-
           mejante al  de  los  anacoretas  cuando  se  veían
    en  grande  y  peligrosa  tentación. — ¡Quita  allá!
    mi  alma  es  demasiado  fuerte  para  sucumbir  á
    tus  pérfidos  halagos .
      — Esta  noche  cenaremos — dijo  Soledad  ha-
           blando como  cuando  se  les  anuncia  á  los  niños
    lo  que  han  de  comer. — Oye  tú  lo  que  cenare-
         mos: pollo,  chuletas,  uvas...
      Iba  contando  por  los  dedos  cada  cosa,  y  ha-
          ciendo gran  pausa  en  cada  parada.
      — Mañana — añadió — voy  á  ocupar  ámian-
    cianito  en  cosas  útiles.  Me  ha  de  trabajar  para,
    que  yo  pueda  tratarle  bien.  Yo  necesito  refor-
        mar mi  letra,  porque  escribo  patas  de  mosca
    y  no  tengo  ortografía.  El  vieieeillo  me  dará
    lección  todas  las  noches.  Por  el  día  le  emplea-
      ré en  algo  que  le  entretenga.  Daréle  buenos
    libros...  nada  de  política...  y  cuando  esté  do-
              mesticado, le  sacaré  á  paseo  por  las  tardes.
      A  I).  Patricio  se  le  humedecieron  los  ojos»
    Difícil  es  saber  lo  que  pasaba  en  su  alma.
      — ¿Y  mi  gloria,  pero  esa  gloria  que  me  está
    llamando? — dijo  dando  fuerte  porrazo  en  el
    brazo  de  la  silla.  —  ¡Vaya  un  modo  de  hacer
    caridades,  señora,  quitándole  á  uno  la  inmor-
           talidad, el  lauro  de  oro  que  se  le  tiene  desti-
  i  nado!
      D.  Patricio  dijo  esto  con  una  seriedad  qu&
    hacía  llorar  y  reir  al  mismo  tiempo.
      —¿Qué  gloria?— reDuso  Soledad. — No  co-
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