Page 74 - El Terror de 1824
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70 B. PÉREZ GAXDÓ3
— ¡También cafél... ]Oh! jcuátito tiempo ha-
ce que no pruebo este delicioso líquido!. el
néctar de los dioses, el néctar de los héroes...
Gracias, mil gracias por tan delicada fineza.
— Yo sabía qne á usted le gusta mucho es-
te brebaje.
— ]GraciasL. ¡y qué bueno es!... |quó aromat
— Será el último que beba usted, porque en
la cárcel no dan estas golosinas.
— ¿Y qué importa? — repuso el anciano con
solemne acento. — ¿Acaso somos de alfeñique?'
Cuando un hombre se decide á escalar con gi-
gantesco pie el último círculo del cielo, ¿de
qué vale el liviano placer de los sentidos?
Dijo, y poniéndose el farolillo de fieltro que>
desempeñaba en su cabeza las funciones pro-
pias de un sombrero, se dispuso á salir.
— Adiós, señora— murmuró,— gracias por
sus atenciones, que no esperaba en persona de
quien soy encarnizado enemigo... político. Su<
papá de usted y yo nos aborrecimos y nos abo-
rreceremos en la otra vida... Abur.
Salió precipitadamente hacia la puerta; mae
no pudiendo abrirla, volvió diciendo:
— La llave, la llave...
Soledad rompió á reir.
— ¡Y creía el muy tonto que iba á dejarle
j-aíirl No faltaba más. Eso querrían los chicos
para divertirse. ¿Quiere usted quitarse eso
sombrero, hombre de Dios, y sentarse ahí y
estarse tranquilo?
- Señora, señora — dijo Sarmiento movien-
do la cabeza y pateando ligerameuté en mues-
tra do su decoroso enfado, — ábrame usted la¿.